Dos trenes chocaron ayer frontalmente en la línea de Rodalies R4 sobre las 18.20 horas. En la colisión falleció la maquinista de uno de los dos convoys, una mujer de 26 años, y resultaron heridas de diversa consideración 105 personas: cuatro graves, nueve menos graves y 92 leves. Un total de 65 viajeros salieron ilesos de un siniestro que podría haber acabado mucho peor, dada la violencia del impacto.

Se investigan las causas de un accidente difícil de explicar. El tren que viajaba en dirección a Manresa, procedente de Barcelona, se encontró en su vía con un convoy desplazándose en el sentido contrario. Dos preguntas caen a plomo: ¿por qué este segundo ferrocarril circulaba en una vía contraria? ¿por qué nadie avisó a ninguno de los dos trenes de que iban a colisionar? Ya se ha abierto una investigación para tratar de determinar los motivos de ambos errores.

Luna (38 años), Miriam (39) y Aurora (50) son tres mujeres de Barcelona que viajaban en el tren que cubre el trayecto entre Barcelona y Manresa. Su intención era participar este fin de semana en un retiro budista. Sin embargo, el choque cambió sus planes. Practicantes de la religión de Buda, decidieron tomarse el giro de su destino «con paciencia». Extrajeron también una segunda lectura, basada en la filosofía de Buda, que resumen en que «la muerte puede presentarse en el momento más inesperado».

Luna viajaba en el vagón delantero. Instantes antes del impacto, el revisor se había metido en la cabina de la maquinista (la única víctima mortal del accidente). Salió a los pocos segundos, gritando. «Nos dijo que nos fuéramos para atrás y que nos tiráramos al suelo». No dio tiempo de nada. Luna se incorporó y, mientras estaba de pie, llegó el choque. Salió disparada contra el asiento vacío que tenía justo enfrente.

Aurora y Miriam iban en vagones distintos. La estación de la plaza de Cataluña estaba atestada de gente porque los trenes ayer por la tarde viajaban con retraso y había resultado imposible juntarse para subir en el mismo vagón. Lo que recuerda Aurora es que, tras el impacto, cayó una lluvia de objetos disparados hacia delante. Miriam viajaba en los asientos laterales, junto a cuatro personas. Todas ellas se agolparon sobre ella por la fuerza del frenazo.

Las tres están bien pero presentaban contusiones y fueron atendidas en el Clínico de Barcelona. La peor parte se la ha llevado Miriam, con dolores en un lateral de su cuerpo, el que quedó aprisionado entre la papelera metálica y los cuerpos del resto de personas. Las tres mujeres coinciden al relatar qué ocurrió inmediatamente después del choque. «La gente se quedó callada, unos tres segundos. Después empezaron a preguntar qué había pasado y si todos estaban bien».

No todos lo estaban. Entre los heridos hay cuatro graves, aunque ninguno de ellos perdió la consciencia. «Había gente sangrando por cortes en cabeza y piernas», explicaba Luna. Su vagón, tras chocar, se llenó de un humo blanco que asustó a los viajeros. En todos los coches se reprodujo la misma secuencia: silencio, inquietud y, a continuación, la salida a las vías. Algunas puertas se abrieron pero la mayoría las forzaron los usuarios. Aún había luz aunque anochecía. Y muchos usaron la linterna del teléfono para buscar sus pertenencias antes de saltar al exterior.

«La gente ha reaccionado muy bien, ayudándose unos a otros, y sin perder la calma», prosiguió Luna. En su vagón, el que recibió con más intensidad el choque, hubo algún grito proferido por una mujer que pedía auxilio para su pareja, un hombre que quedó atrapado entre «algunos hierros». Los mismos viajeros hicieron fuerza para retirarlos y lograron liberarlo.

En cuanto saltaron a la vía vieron que comenzaban a llegar los primeros equipos de emergencia. «Los médicos iban a buscar a los heridos más graves y los bomberos nos pedían que, si podíamos caminar, siguiéramos a pie unos 300 metros donde se estaba desplegando el dispositivo para atendernos». Lo que más llamó la atención a las tres es que en la vía había «tres trenes». El suyo, que había chocado contra otro que circulaba por su vía, y un tercero detenido «y sin pasajeros» en la plataforma que usan los ferrocarriles que van de Manresa a Barcelona.

Un joven perdió los nervios cuando reconoció el chaleco de un operario de Renfe : «¡No tenéis vergüenza! ¡Siempre igual!». El hombre acabó sufriendo un ataque de ansiedad y siendo atendido por el Sistema de Emergencias Médicas. Una anciana, a quien Luna ayudaba, trató de calmarlo sin éxito: «Tranquilo, hombre, a mí esto me ha tocado dos veces porque también viajaba en el tren que chocó hace tres meses en la misma vía». contó la mujer.