Una especie de tsunami, una «ola espasmódica» que llegó a alcanzar picos de cinco metros de altura (como una casa de dos plantas) en algunos puntos, sepultó casi la mitad de la población de San Llorenç sin que sus habitantes tuvieran tiempo de reaccionar. Esa es la conclusión a la que ha llegado el hidrólogo Joan Estrany, profesor de Geografía de la Universidad de Baleares, tras visitar la zona e interrogar a varios testigos. Que la avenida fuera tan abrupta y enorme explica que pocos pudieran ponerse a salvo o retirar los vehículos a tiempo. Simplemente, intentaron salvar su vida, presas del pánico.

La causa de este especie de tsunami, un flash flash en terminología técnica, hay que buscarla, según Estrany, en la lluvia excepcionamente intensa caída en la cabecera de unos torrentes que confluyen en el mismo punto y que poco más adelante pasan, ya convertidos en cauce fluvial, por una población asentada en pleno meandro. «Por allí llegaron a circular unas 500 toneladas de agua por segundo», calcula.

Como dice su compañero de departamento, el también geógrafo especializado en hidrología, Miquel Grimalt, «el torrente de Sant Llorenç parece diseñado por un asesino en serie y el municipio, con los años, se ha metido literalmente en su cama».El hecho de que llevara lloviendo varios días, con la consiguiente saturación del suelo, y que las rocas de la cabecera sean prácticamente impermeables, hicieron el resto.

La sorpresa de los vecinos fue aún mayor porque a su paso por Sant Llorenç el torrente había sido encauzado con una caja de hormigón. Una enorme obra llevada a cabo tras las inundaciones de 1989. Esta zona no fue entonces la más afectada pero lanzó una señal de alerta. Las administraciones reaccionaron construyendo una infraestructura correcta pero que a la postre ha acabado proporcionado «una falsa sensación de seguridad». No porque estuviera mal construida o fuera ineficaz, sino porque es insuficiente ante las grandes avenidas como la de la tarde del martes. Es imposible encauzar el agua procedente de una lluvia de estas dimensiones si no se construye un cajón de 25 o 30 metros de ancho.

SOLUCIONES / ¿Qué debería hacerse para evitar destrozos como los de ayer? El artículo 28 de Plan Hidrológico Nacional vigente establece que las comunidades autónomas deberán evitar que se construya en la zonas de influencia susceptibles de ser inundadas y eliminar las construcciones existentes. Según denuncia el responsable de Aguas de Ecologistas en Acción, Santiago Martín Barajas, desde el 2001 «no se ha hecho nada». «El artículo se aprobó a propuesta nuestra tras la tragedia de Biescas para evitar que se repitiera, pero no se ha aplicado. Hay más de 40.000 viviendas, locales, polideportivos, campings, restaurantes en zonas susceptibles de inundación, pero los políticos se asustan cuando se habla derribar», destaca.

La directora general de Recursos Hídricos de la Consejería de Medio Ambiente, Joana Garau, no VE factible llegar a una «medida tan radical como el derribo» y recuerda que la zona delimitada como inundable en el mapa estaría afectada por una avenida cada 500 años. «Podemos tomar medidas para riesgos de cada 10 años, pero cada 500…».

Su apuesta más inmediata pasa por establecer redes de alerta, como las de tsunami en Indonesia. Servirían para salvar vidas, que no es poco. Aunque reconoce que si bien pueden ser útiles en cuencas de gran tamaño, apenas daría unos minutos a sus habitantes para buscar refugio.