La lucha por la vida ha terminado para Luke Winston-Jones. El bebé británico de 10 meses, enfermo incurable y terminal, al que una juez recomendó no reanimar con ventilación asistida, murió el pasado viernes en el hospital infantil de Alder Hey en Liverpool.

Su familia, que había aceptado resignada el veredicto del Tribunal Superior, ha acusado ahora a los médicos de no haber hecho todo lo posible por salvar al paciente y reclama una investigación sobre los cuidados que se le suministraron en sus últimas horas.

El caso ilustra las dificultades a la hora de decidir el tratamiento de menores desahuciados, cuando padres y doctores no se ponen de acuerdo. Luke estaba condenado a una muerte prematura desde su llegada al mundo. El niño sufría el denominado síndrome de Edwards, también conocido como Trisomía 18, una extraña condición genética que afecta gravemente a los órganos vitales. La mayoría de quienes la padecen difícilmente llegan al primer año de vida, y Luke tenía, además de otros muchos problemas, dos orificios en el corazón. El bebé nunca pudo abandonar el hospital y había sufrido varias paradas cardiorrespiratorias.

Todos los métodos

Ruth, su madre, insistía en que se utilizaran todos los métodos, incluso los que pudieran resultar más agresivos para un bebé, como la ventilación asistida, para prolongar la vida del desahuciado. Los médicos, en cambio, consideraron que, si la salud del paciente se deterioraba más, no sería beneficioso someterlo a manipulaciones dolorosas.

La juez de familia Elizabeth Butler-Sloss decidió el pasado 22 de octubre que el pequeño no debía ser reanimado con ventilación artificial, en caso de una nueva parada cardiorrespiratoria, aunque sí aceptó que recibiera masaje cardiaco.

Esta misma semana, la juez Butler-Sloos aludió a lo complicado que es dictar sentencia cuando se trata de enfermos críticos. "No es que la ley sea confusa, sino que es muy difícil tomar una decisión porque las emociones de las personas implicadas son muy fuertes". La madre de Luke afirmó que la muerte de su hijo representaba para ella "el fin del mundo".

La familia sostiene que los médicos no cumplieron los términos de la sentencia y se negaron a aplicar los tratamientos que, según su punto de vista, hubieran salvado al niño. "Queremos una investigación", manifestó Jacqui Kirkwood, la tía del bebé. Los responsables del centro hospitalario, en cambio, explicaron que los médicos trataron de reanimar al pequeño. "El hospital actuó siempre en interés de Luke", indicó un portavoz.