Joyti De-Laurey creyó lograr su sueño: ser multimillonaria. La secretaria, de 35 años, que cada día iba a trabajar a un banco de la City londinense, había encontrado la fórmula para dejar atrás una existencia gris. De-Laurey aprovechó la confianza de sus jefes para sacar de sus cuentas unos siete millones de euros (1.164 millones de pesetas) en poco más de dos años.

Su madre y su marido la ayudaron a lavar el dinero. El jurado de Southwark que ayer les condenó por robo se quedó perplejo al ver la lista de adquisiciones y gastos. De- Laurey pagó la hipoteca de su vivienda y compró otras propiedades, entre ellas una villa suntuosa a la orilla del Mediterráneo en Chipre, donde poseía otra casa.

Su colección de coches incluía un Saab descapotable, un Chrysler Voyager, un Volkswagen Golf y un Range Rover. En Cartier se dejó 30.000 euros en relojes y joyas. Gucci, Louis Vuitton y Chanel eran algunas de sus marcas favoritas. En muebles gastó 150.000 euros; en hoteles, 30.000, y también compró una lancha. Hasta el capricho de unas lecciones de vuelo se permitió.

Cada vez que quería dinero falsificaba los cheques de sus jefes y transfería la suma a sus propias cuentas. Para justificar las ausencias del trabajo, les dijo que padecía un cáncer y debía ser hospitalizada periódicamente.

Culpable de 20 cargos

Durante el juicio, la estafadora trató de convencer al jurado de que las increíbles cantidades que manejaba eran la recompensa a sus "indispensables servicios". También alegó que uno de los jefes pagaba su silencio para que no mencionara el ligue con una colega. Después de todo el dinero que se embolsaba era poco más que una propina para los ejecutivos de Goldman Sachs, la firma que la empleaba.

La empleada ha sido hallada culpable de un total de 20 cargos y puede ser condenada a 10 años de cárcel. Su marido y su madre también han sido condenados por los delitos de lavado de dinero y transferencias ilícitas.