La esperanza para todos los países pobres afectados por la malaria se halla 80 kilómetros al norte de Maputo, la capital de Mozambique.

En la localidad de Manhi§a, pobre de solemnidad, un ensayo dirigido por el epidemiólogo madrileño Pedro Alonso acaba de poner a prueba con resultados prometedores una vacuna contra la malaria. "No lanzamos las campanas al vuelo, pero el ensayo demuestra que podemos vencer a la enfermedad", explica. Todos las pruebas anteriores habían fracasado.

Manhi§a tiene 30.000 habitantes. Apenas hay edificios, sino sólo una sucesión de chabolas de adobe enclavadas entre la abundante vegetación. Llueve mucho y hace mucho calor, un ambiente ideal para que en los terrenos fangosos y en las numerosas charcas críe a sus anchas el mosquito anófeles, el vector transmisor de la malaria.

En Manhi§a trabajan desde hace años, más o menos de forma permanente, una veintena de investigadores españoles. Son cirujanos, microbiólogos, enfermeros, epidemiólogos, psicólogos... El tratamiento de la malaria es uno de sus objetivos esenciales, pero entre sus quehaceres diarios figuran también el sida, la tuberculosis, la diarrea y el sarampión. Todos trabajan en el Centro de Investigación de Salud de Manhi§a (CISM), financiado por la Agencia Española de Cooperación. Aunque la Reina Sofía lo inauguró oficialmente en 1998, las instalaciones del CISM ya funcionaban desde dos años antes.

Cada día llegan al CISM unos 200 niños enfermos, muchos desnutridos, y "el 65% tiene malaria", señala el investigador madrileño. Muchos morirán, quizá uno de cada cuatro. Además de los tratamientos, el instituto controla el peso, las edades y las fechas de vacunación de toda la comarca, un censo de vital importancia para calibrar los éxitos o fracasos. El centro se ha convertido en uno de los mejores de Africa y en punta de lanza en la investigación contra la malaria. Bill Gates lo tuvo claro cuando el año pasado decidió hacerle una donación de 168 millones de dólares.