Bienvenidos a Las Encinas, el colegio más exclusivo que acoge a los grandes triunfadores del futuro y que se convierte en el escenario de Élite, la nueva serie de Netflix que se ha estrenado el pasado viernes 5 de octubre en la plataforma digital y, de forma simultánea, en 190 países.

Creada por Carlos Montero (Física o Química y Darío Madrona (Los protegidos), auspiciada por Francisco Ramos y producida por Zeta Audiovisual, la serie podría convertirse en la nueva sensación millennial televisiva de la temporada. Elementos para ello no le faltan: una cantera de actores jóvenes dispuestos a arrasar gracias a su carisma, un look lujoso, intrigas amorosas, un misterio que resolver y la voluntad de abordar muchos de los temas que preocupan a los adolescentes de la generación actual, desde las enfermedades de transmisión sexual a las drogas pasando por la influencia de las redes sociales.

«No queríamos hacer una serie juvenil desde una perspectiva naíf o insustancial», explica Daniel de la Orden, uno de los directores de la serie junto a Ramón Salazar (La enfermedad del domingo), durante una visita al set del rodaje de Élite, en Pinto, localidad situado a unos 20 kilómetros al sur de Madrid. «Muchas veces se trata a los adolescentes como si fueran tontos y queríamos ofrecer una perspectiva adulta de sus problemas, tratándolos con el respeto que merecen. Queríamos trasmitir la rabia y el fuego juvenil, la intensidad con la que se viven esos años a través de las experiencias que nos conducen hacia la madurez y la búsqueda de la propia identidad».

Asistimos al rodaje de una de las escenas. En ella, María Pedraza y Danna Paola (star teen en México) discuten en el baño; entre ellas hay una tensión latente que termina estallando. Parece haber un secreto en el ambiente: «Calladita estás más guapa», le dice el personaje de Lucrecia (Paola) al de Marina (Pedraza), constatando que nos encontramos ante la villana de la función, la niña rica caprichosa que quiere someter a su voluntad a todos los que se encuentran a su alrededor, tanto profesores como alumnos. Es decir, una manipuladora en estado puro. «Va a por todo para poder ser la mejor y desde el primer momento odiará a los nuevos compañeros porque son de una clase inferior a la suya».

Precisamente ese será uno de los grandes conflictos que plantea la serie. Tres alumnos cuyo instituto se derrumbó a causa del abaratamiento de los materiales por parte de un constructor especulador, serán becados para estudiar en Las Encinas, provocando un choque entre dos realidades completamente distintas. Ellos son Samuel (Itzan Escamilla), cuyo hermano Nano (Jaime Lorente) acaba de salir de la cárcel, Christian (Miguel Herrán), el graciosete del grupo y Nadia (Mina El Hammani), hermana de Omar (Omar Ayuso), procedente de una familia musulmana, algo que también generará algunos conflictos relacionados con la discriminación y el respeto hacia las distintas religiones y culturas.

Frente a ellos, los pijos: las ya mencionadas Lu y Marina, su hermano Guzmán (Miguel Bernardeau), que define su personaje como «el líder del colegio, alguien que tiene que trabajar muy duro para mantener el control sobre los demás»; su mejor amigo Polo (Álvaro Rico), que a su vez es el novio de Carla (Ester Expósito), hija de una marquesa bodeguera que tiene una fortuna, y, por último, Ander (Aaron Piper) que se encuentra en un punto medio entre ambas esferas y que sentirá una irrefrenable atracción por sus nuevos compañeros. Dos ecosistemas que chocarán convirtiéndose en una olla a presión por culpa de las luchas de poder entre ellos. ¿Qué pasa cuando los invasores se sienten invadidos? Esa sería la cuestión.

Dani de la Orden asegura que la serie contiene los suficientes niveles de complejidad como para enganchar a una audiencia tanto joven como adulta. «Los personajes tienen muchas capas. No estamos haciendo solo una serie de adolescentes que se enamoran, sino una serie sobre personas que tienen una serie de complejos que los condicionan y a través de ellos se plantean un montón de dilemas morales sin necesidad de lanzar juicios o enseñanzas moralizantes».

La serie quería abordar la adolescencia evitando la mirada condescendiente y para ello ha intentado bucear en ese universo sin tapujos, apostando por la cercanía y la honestidad. «No es una serie sobre las drogas o el sexo», matiza De la Orden. «Se habla sobre la identidad, sobre la ambición, sobre la necesidad de escarbar por debajo de las apariencias». En ese aspecto los responsables han intentado arriesgar evitando todo tipo de tabúes. «Aquí se folla como lo haría uno en su casa», dice Jaime Lorente.

Evidentemente, el sexo (y el deseo) se convierten en dos de los elementos fundamentales a través de los que se establecen vínculos entre los personajes. Hay relaciones heterosexuales, homosexuales y bisexuales de la forma más natural, algo que ha contribuido a que ya se hable de Élite como una serie importante a la hora de visibilizar a la comunidad LGTBI. «Hay temas sensibles que aquí se muestran con la mayor espontaneidad, la que corresponde a unos chavales de 16 años», dice Danna Paola. Así, el racismo, la corrupción, el clasismo y la homofobia vertebran algunas de las tramas más importantes de la serie.

Pero, además de todos estos aspectos, Élite también funciona como un thriller repleto de buenas y adictivas dosis de misterio. Todos los personajes ocultan algo, y cada capítulo servirá para ir destapando las máscaras de las apariencias.

Y también hay un crimen por descubrir. La serie ha empezado con Samuel lleno de sangre. Al final del primer episodio descubrimos quién ha sido asesinado. Pero lo que ni siquiera los actores sabían en el momento del rodaje era quién es el asesino. Por eso se fueron grabando las diferentes declaraciones ante la policía de cada uno de los personajes sin que ellos mismos supieran la verdadera identidad del responsable.