El Gobierno de España anunció en el año 1870 unir con tren Madrid con las pocas provincias que seguían incomunicadas con el centro, entre ellas Teruel y Soria. El objetivo, dar solución por medio de la comunicación ferroviaria a lo que denominó como provincias desheredadas y en situación de desigualdad escandalosa, situación que desgraciadamente continua hasta nuestros días.

Teruel y Soria son dos de las diez provincias que configuran la Serranía Celtibérica, territorio que con una extensión que duplica la de Cataluña, tiene 74.378 habitantes menos que el área urbana funcional de Vigo. Ha sido su aislamiento viario, iniciado hace 148 años, lo que ha convertido a esta interregión en el mayor desierto demográfico por despoblación de Europa.

Mayor desafuero fue que el proyecto descentralizador impulsado en la tercera década del siglo XX por Primo de Rivera quedara inconcluso. Se construyó buena parte de los trazados de dos importantes ejes ferroviarios. Uno para unir los puertos de Sagunto con Santander y otro para comunicar Toulouse con Jaén, cuya prolongación hubiera vertebrado el interior europeo con África. Si estas vías se hubieran terminado la plataforma logística de Plaza se hubiera ubicado en la capital de Teruel.

Y esta ciudad se habría convertido en el puerto seco más importante de España, tendría más del doble de su población actual y habría sido el motor de desarrollo de la Serranía Celtibérica.

En el momento actual cuando el presidente Lambán presenta como un logro la promesa de invertir 4.000 millones de euros para electrificar y duplicar la vía que une el Cantábrico con el Mediterráneo, se ha olvidado que esta misma cantidad fue la que anunció en el año 2004 el entonces presidente del Gobierno de Aragón, Marcelino Iglesias.

Cantidad mínima dentro del plan de infraestructuas de 241.392 millones de euros anunciado por el gobierno de Zapatero hasta el año 2020. El problema es que tampoco se ha ejecutado ninguna de las autovías que debían vertebrar Serranía Celtibérica: la de Teruel a Cuenca, la de Alcañíz a Morella, la de Monreal a Alcolea del Pinar, la de Daroca a Calatayud o la de Valladolid a Soria, lo que explica que su desertización vaya en aumento.

Solo los intereses de la deuda histórica que el Gobierno de España tiene con el territorio desértico de Zaragoza y Teruel es más que suficiente para que Aragón no tenga que pagar por mantener el servicio de los trenes regionales.