Han pasado seis largos años desde aquella macromudanza de los juzgados de la plaza del Pilar hacia la Expo que dejó huérfano de clientela todo un entorno de bares y establecimientos que se alimentaban del rebufo que siempre deja una actividad como la judicial. Ayer, la reapertura del edificio como sede del IASS se recibía «con expectación y mucha ilusión», comentaban muchos de ellos, a pesar del tímido efecto que tuvo el primer día. Estaban en modo «bienvenidos, otra vez», en todo el amplio radio de acción que siempre ha tenido este edificio. A los 500 funcionarios que trabajarán cada día allí (ahora solo 160) y que «en algún lugar tendrán que almorzar o tomarse el café» y a los usuarios de un centro administrativo con un perfil muy distinto al judicial.

Aunque el primer efecto para algunos de ellos no ha sido el esperado. A los cinco bares y cafeterías instalados en este pequeño tramo de la calle Prudencio que ocupa la trasera de los antiguos juzgados, el ayuntamiento ya les notificó en noviembre la prohibición de montar las terrazas exteriores que ayer se hacía efectiva. Las mesas y sillas han conseguido reinventar esta zona como un lugar casi peatonal y de «ocio tranquilo», señalaban algunos vecinos. Cada local colocaba entre 10 y 15 mesas y ahora no pueden. Por eso explicaban ayer que se ha remitido un escrito «para pedir que se nos autorice en el horario en el que el IASS no esté funcionando y, sobre todo, los fines de semana».

«Esperemos que no sea un bienvenido Míster Marshall y que los funcionarios y usuarios no acaben pasando de largo, pero hay una diferencia con aquello y es que lo primero que han hecho es quitarnos lo que más ilusión nos hacía, que eran las terrazas», explicaba Roberto Hernando, del snack bar El Quiosco. El suyo es uno de esos negocios de hostelería que abrieron tras el cierre de los juzgados, de esos nuevos que apostaron por esta zona «cuando todo el mundo decía que se vendría abajo» por la mudanza.

«Nos va a venir bien la reapertura, va a revitalizar la zona, pero la situación ya era buena, es distinta a cuando abrimos hace cuatro años, cuando era una zona deprimida. Ahora casi podríamos decir que está de moda en Zaragoza». «Esto se había quedado muy desangelado», añadía Carlos Robres, vecino de la zona que ayer tomaba un tentempié en ElQuiosco. Él también lamenta que se pierda la terraza con el rescate del olvido de un edificio como el de los juzgados al que, comentaba, «le han salido tantas novias en todo este tiempo que casi habría preferido otro uso para él, como el universitario».

Marianela, una cafetería ubicada unos metros más adelante, también es uno de los nuevos en la zona, ya que no estaba con los juzgados. Christian Ania, su propietario, explicaba que lleva abierto cinco años y subrayaba la «ilusión compartida por todos» que supone el regreso de la actividad al inmueble. Pedía «más comprensión con las terrazas que le han dado vida a este rincón» del centro que está ubicado a pocos metros de la todopoderosa plaza del Pilar.

Los usuarios del IASS entran y salen del nuevo edificio por ella y, en muchos casos, como ocurría con los juzgados, pasan de largo de esta calle trasera. En Prudencio está la entrada y salida de los funcionarios, como antaño. «Los que más venían eran los del juzgado de guardia y algunos trabajadores que aún hoy siguen viniendo de vez en cuando», relataba Paco Sánchez, que regenta El Picadillo, uno de los históricos en la zona. Y explicaba que «no ha ido tan mal en estos años». De hecho, él ha contratado a más gente incluso y es señal de buena salud. «Este es un bar de trabajadores», añadía. Prefiere que el edificio tenga vida y «no sea un criadero de ratas», pero la reapertura les ha llegado con una zona «reinventada y llena de vida». H