Todo está por decidir en la nueva ordenanza del ruido (o de la contaminación acústica) en Zaragoza y el debate está sobre la mesa desde hace demasiado tiempo en la capital. Si hay que dar con puntos de confluencia entre lo que defienden los establecimientos de hostelería y los colectivos que reivindican el derecho al descanso a la hora de regular la actividad nocturna «conflictiva» se pueden encontrar dos fundamentales sobre los que el ayuntamiento puede avanzar. El primero, y más importante, la «urgencia de que se redefina el mapa de zonas saturadas en la ciudad», aquellas en las que la concentración de locales es muy importante, una revisión más ágil que se actualice con menos periodicidad y que implique más vigilancia del consistorio. El segundo es la necesidad de erradicar los propietarios que «actúan como piratas» saltándose las normas, que todos reconocen que «son pocos y conocidos por todos».

El pasado viernes se daba a conocer la posición en bloque de la hostelería zaragozana, que lamentó que se les intente responsabilizar de las conductas incívicas que se producen a las puertas de sus locales. Pero, ¿qué piensan los vecinos, los que sufren ese ruido? Su punto de vista es interesante con respecto a una normativa municipal que, entre otras cosas, dispara las sanciones a los que incumplen. Tanto como que las infracciones leves hasta ahora se podían castigar con hasta 150 euros y en la nueva se elevan a 600; las graves pasan a una horquilla desde 601 a 12.000 euros; y las muy graves llegan hasta 300.000. Hasta ahora el límite máximo eran 6.000.

«Lo que queremos es que se resuelva el problema, que lo hay, y cuando una empresa se pone en marcha sabe que tiene unas reglas que cumplir, y si estas cambian, adaptarse a ellas», explicó a este diario Antonio Pérez, de la plataforma Stop Ruido, quien recuerda que «es destacable que 17 años después alguien se haya atrevido a poner el cascabel al gato», en referencia a actualizar una ordenanza que en Zaragoza data del 2001.

Sobre la redefinición del mapa de zonas saturadas, considera que algunas de las que ya lo son «quizá han dejado de serlo pero pueden renacer en cualquier momento, como ha pasado en el entorno de Moncasi» y otras no lo son hoy pero son emergentes «como el entorno de la plaza de los Sitios». Por eso pide que sea una revisión más dinámica que la que hasta ahora se daba, ya que las actuales datan de 1995.

Respecto a los límites de la ordenanza, los 25 decibelios que propone la normativa propuesta por el Gobierno de Zaragoza en Común (ZeC) y que ha soliviantado al sector de la hostelería, Stop Ruido asegura que ellos tienen «tres aparatos de medición constante» instalados en zonas como «El Tubo, la calle Mayor y la de Espoz y Mina» y prevén «colocar un cuarto «en la de San Jorge», pero que no hay que minimizar el impacto que el ocio nocturno tiene. «Hoy (por ayer) a las 7 de la mañana se alcanzaban los 75 decibelios», explicó, lo que supone triplicar lo permitido. «Y no siempre el problema está en la calle», apostilló, «algunos locales incumplen también dentro y hay gente que lo sufre por las noches».

Quizá todo pasaría por soluciones coordinadas como las aplicadas en la zona del Rollo, donde hace meses los problemas se repetían cada fin de semana por el ruido y los comportamientos incívicos y hoy, tras la intervención del ayuntamiento y los vecinos contra esos «piratas que se saltan las normas y trasladan el problema a la vía pública», esto ya no se da. Y se ha tornado en una colaboración. Algunos locales ya piden silencio a sus clientes con carteles en sus puertas.