La telefonía móvil, el wifi instalado en numerosos domicilios, el horno microondas y los teléfonos fijos pero inalámbricos son los principales emisores de ondas electromagnéticas de alcance doméstico. A ellos se suma la eventual presencia --en la azotea o en un edificio próximo-- de na antena de telefonía, cuya carga electromagnética se considera muy superior a las anteriores. Las dificultades para emprender estudios masivos sobre el efecto de dichas ondas en el cuerpo humano impide obtener conclusiones de validez. Para realizarlos, deberían formarse dos grupos de personas --unos irradiados y otros no-- que serían comparados.