El movimiento vecinal en Zaragoza está harto de su ayuntamiento. O, mejor dicho, de los partidos políticos que, en teoría, les representan. El análisis, que lleva meses haciéndose en los distritos, es más que preocupante. Asisten mes tras mes con rubor a los «espectáculos bochornosos» que ofrecen en cada sesión plenaria, «con insultos, descalificaciones y desprecios de unos a otros», mientras constatan que están «en grave riesgo» inversiones que reclaman desde hace años, algunas incluso con dinero en el presupuesto de este ejercicio, y que no salen adelante por polémicas como la de las sociedades.

El acuerdo político está a años luz para lo que sea, mientras «siguen por resolver, dicen, cuestiones esenciales como el Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS); las mejoras en los parques, aceras o calzadas»; y un largo etcétera de asuntos de calado.

Todos los colectivos consultados por EL PERIÓDICO califican esta situación de «inédita». Y, con palabras más contundentes o menos, todos culpan «a todos» los grupos municipales de esta «deriva vergonzosa» que va a convertir la actual en una «legislatura en blanco». Algunos de ellos, históricos del movimiento vecinal (incluso en la etapa predemocrática), no dudan en acusarles de «cometer un fraude electoral con el ciudadano» y añaden que «el mandato se está yendo al traste por este espectáculo» porque «nos han metido a todos en una espiral de situaciones en las que se instrumentaliza la política en su propio beneficio. Lo mínimo que se les puede pedir es que trabajen por solucionar nuestros problemas y, en lugar de hacerlo, se inventan los suyos propios».

Son palabras de Juan José Jordá, ejemplo de zaragozano comprometido por su barrio, el del Picarral, que ha visto cómo en pocos meses el acuerdo casi unánime por los suelos de Aceralia, para impulsar la reconversión de suelo industrial por un espacio urbano y con viviendas, «se ha estancado y no ha saltado por los aires pero se ha complicado».

Es solo un ejemplo, en la margen izquierda, pero sirve para ver a las claras que lo que preocupa en la calle no es de lo que hablan y se dicen entre ellos los partidos. No entran a valorar quién tiene razón o dónde está el origen de este callejón sin salida. Solo recuerdan que son muchos asuntos por resolver los que han dejado en segundo plano. Empezando por todas las inversiones previstas para este año en el presupuesto que están sin ejecutar. Ellos no tienen duda entre si tiene razón el Gobierno de ZeC en hablar de bloqueo, o si la tiene la oposición en considerarlo parálisis. «Zaragoza está paralizada y bloqueada. Por todos ellos», afirman desde las dos grandes federaciones vecinales.

«Nos parece fenomenal que se gasten el remanente en buses eléctricos, pero van a tener que ir por calzadas llenas de baches porque la operación asfalto no se ha podido hacer», comenta Manuel Arnal, presidente de la FABZ, en referencia a una de las polémicas que han surgido este año. «Una cosa es la crítica política, que nosotros también hacemos, y otra distinta es que se dejen de gastar millones de euros de inversión, que es tan necesaria en todos los barrios», añade. «Se ha llegado a decir que dan por finiquitada la legislatura y, a 9 meses de las elecciones, es muy grave», apostilla.

«Ya les hemos dicho a todos muchas veces que esta situación es insostenible, que los vecinos no tenemos por qué soportar esto, pero solo les interesa aclarar quién empezó esta guerra para pedir que también sea quien la pare. Todos son oposición de todos», relata José Luis Rivas, de la Unión Vecinal Cesaraugusta. A su juicio, el contexto actual «sería como para convocar elecciones anticipadas, pero nadie las va a forzar porque Javier Lambán no permitirá una moción de censura, pero las posiciones hoy son irreconciliables», lamenta.

«¿Por qué los vecinos de la calle Mateu deben seguir pasando por aceras de 80 centímetros porque sean incapaces de llegar a acuerdos?», se pregunta Rafael Tejedor, de la Asociación de Vecinos del Arrabal, otro histórico del movimiento vecinal. Él pide «coherencia» a los grupos municipales para que «al menos mantengan al margen de sus disputas las inversiones en los barrios que ya están comprometidas» y que «al menos sean conscientes de que con sus actitudes está en juego el bienestar de la gente y en peligro el tejido vecinal».

Además, al igual que la FABZ y la Unión Cesaraugusta, y casi todas las asociaciones, Tejedor concluye que este clima inédito «no puede achacarse a la fragmentación de partidos porque hemos vivido legislaturas con más grupos municipales que ahora y siempre había imperado el sentido común y la sensatez». Para Rivas y Arnal, «puede que esto parta de la nueva política, que los ha cambiado a todos». Para otros, «dar marcha atrás a la decisión del 9 de febrero en las sociedades sería una base mínima para reconducir la situación».

Pero casi nadie se atreve a valorar porque, admiten, de alguna manera maniatan a quien se atreva a posicionarse. Se opina menos por el riesgo a ser empujado a una trinchera, la del rival político, en una guerra que es «ajena a los intereses de los ciudadanos». «Lo difícil es nadar y guardar la ropa así, porque acaban etiquetando en función de lo que les interesa, no de lo que defiendes», señala José Luis Zúñiga, de la Asociación de Vecinos de Delicias. Para él, es «una doble decepción: que sean incapaces de llegar a acuerdos y lo paguemos todos, y que unos no hayan sabido ganar ni otros perder tras las últimas elecciones».

En Las Fuentes aún esperan los 1,2 millones prometidos para mejorar el parque Torre Ramona, por ejemplo. «Deberían ponerse las gafas de vecinos, que también lo son, y dejarnos al margen. Y ser capaces de sentarse en una mesa y solucionar sus diferencias, para que no seamos los paganos de todo esto», expone Diego Luque, de la Asociación de Vecinos de Las Fuentes. Y eso es lo que les une. Un tirón de orejas al que sumar sus múltiples matices.