Adolfo Suárez actuó como se merecía la llegada de una tan difícil y tan costosa democracia que tuvo que esperar tantos años. Y ahora siento que se hayan dejado pasar tantos años sin decirse claramente que ha sido el mejor gobernante que ha tenido la España democrática. Visto en perspectiva lo es y lo será en muchos años, en un periodo más amplio. Ha sido un ejemplo de cómo hacer política, de apertura para todos, buscando las coincidencias, mientras otros políticos y otros partidos estaban encerrados en sus ideologías y en sus exclusivismos de poder. Quienes pudimos compartir aquellos momentos podemos decir que quien hizo bien todo lo que hizo fue Suárez, con ayuda de algunos colaboradores, no todos. En momentos difíciles, valorando incluso una posible dimisión, continuó con seriedad, buscando la unión de todos para asentar la democracia, promoviendo una Constitución amplia y tan necesaria.

Tuve la suerte de ser uno de los elegidos para presenciar en primera persona aquel momento. Participé de decisiones complicadas, como los Pactos de la Moncloa, que salvaron una situación realmente enrevesada. Y puedo decir que fueron obra de Suárez, gracias a su disposición abierta, holgada, generosa, con todos los parlamentarios de la legislatura constituyente, aunque representáramos una parte mínima, como yo, que era del PSA, u otros como el grupo de Tierno Galván.

Nuestro papel fue relevante, aunque fuéramos desbancados porque a los alemanes y a los europeos les gustaba más el PSOE. Desde mi punto de vista, el PSOE no fue tan generoso, ni tuvo el criterio que tenían Suárez, parte de la UCD, el partido de Tierno y los grandes luchadores de siempre del Partido Comunista, a quienes nunca reconoceremos lo suficiente la lucha de 40 años.

En todos estos grupos había mucha gente independiente, y con todos ellos tuvo deferencias Suárez, sin el más mínimo inconveniente para atender cualquier propuesta de colaboración o para promover una intervención conjunta. Entre ese tipo de parlamentarios independientes tuve la suerte de actuar yo, aunque luego nos quedáramos descolgados.

LA PRINCIPAL virtud de Suárez en aquel contexto fue su gran discreción para alcanzar acuerdos, su generosidad para ceder el testigo. Supo cuándo tenía que dejar la batuta, y se la dejó a otro presidente más efímero pero que lo hizo bastante bien, aunque no con su fuerza. Después, la política nacional se convirtió en un escenario de lucha por el poder porque el periodo de Suárez se había dedicado únicamente a asentar la democracia, a crearla. El que lo hizo fue Suárez, y fue reconocido por todo el mundo, con decenas de países de América, Europa o Asia que para salir de sus regímenes opresivos necesitaban encontrar alguna figura como él, un político modesto pero con la determinación suficiente para sacar adelante una transición. Y siguió en ello hasta que dejó su cargo con gran dignidad. Suárez fue muy bueno; no genial, pero la persona necesaria en aquellos momentos. Ojalá cuando pasamos malas épocas tuviéramos un líder como él.