¿Quién mantiene y vela por la buena conservación de edificios como la Seo o la basílica del Pilar? Los creyentes y los que se sienten atraídos por su indudable valor artístico en realidad son los responsables últimos de su sostenimiento económico. Desde el Cabildo metropolitano aseguran que el precio que se paga por la entrada en la catedral de San Salvador, cuatro euros, y las limosnas y dinero que se recoge de las velas «cubren la totalidad» del «elevado coste» que tiene. Y hasta ahí se puede leer.

¿Cuanto cuesta? No hay cifras. ¿Cuántos visitantes pagan y cuánto de eso va a parar al manteniemiento? No se sabría decir con exactitud. ¿Cuánto se dejan en velas y donativos los creyentes? Habría que revisar los datos. Lo cierto es que, con datos concretos o no, los responsables del Cabildo consideran injustas las críticas que algunos les profirieron a propósito de que la reforma de 1998 se costeara con dinero público. A su juicio esto «ocurre con todos los monumentos, que el mantenimiento no es gratis». Y en su caso «es muy costoso».

El buen estado de ambos edificios le corresponde al Cabildo metropolitano de Zaragoza y son los únicos cuyo mantenimiento pasa por sus manos. Las suyas y las del arquitecto que se encarga de analizar, revisar e inspeccionar cada detalle que surja o requiera de intervención: Mariano Pemán.

¿Quién vela por su buen estado? En el caso de la Seo y la basílica del Pilar, es una empresa, contratada por el propio Cabildo la que asume ese rol. Y se dedica a analizar a conciencia y «sobre el terreno» cada zona de estos indudables iconos de la ciudad de Zaragoza. Los trabajadores recorren la cubierta palmo a palmo, revisan canalizaciones, tejas, aleros y todos los rincones a los que pueden llegar «a pie». A más altura incluso de donde se encuentra la peana desde la que se desprendieron los trozos de revestimiento caídos a la vía pública anteayer.

Es una misión laboriosa y costosa en lo que concierne a las actuaciones, muchas veces invisibles, que se realizan. Algunas, incluso, muchísimo más preocupantes desde el punto de vista técnico que las que provocaron la caída de cascotes. Las palomas, en este sentido, es el enemigo público número uno de los edificios eclesiástico. No es algo nuevo, «ya obligaron a cambiar hace unos años casi toda la cubierta del Pilar».

Los recovecos que ofrece la Seo son más tranquilizadores para esta especie cuyos hábitos son tremendamente dañinos para el patrimonio histórico y artístico. Cuentan desde el Cabildo que algunos de estos operarios han tenido que retirar «cadáveres de palomas» que taponaban las canalizaciones y bajantes y en pocos días habrían causado un destrozo mayor. O «huevos que han caído a la calle de nidos que se instalan en los chapiteles o rincones también inaccesibles para los mantenedores del edificio y hasta para la vista de los que lo inspeccionan. Se sabe que están, pero es costoso luchar contra ellas.

Pero la factura de la Seo no es solo sus arreglos. En ella también se va tenerla iluminada todo el día todos los días del año. Sería impensable creer que eso cuesta poco dinero. Y si no se utilizara el dinero de la entrada para sufragarlo sería inviable para cualquier economía, también la de la Iglesia.

El resto de edificios siguen un modelo similar, aunque ya no los lleva el cabildo sino el Arzobispado, con los ingresos que probablemente, proceden de lo mismo, el donativo. Y si urge actuar, como en la iglesia de La Magdalena ahora, se recurre al Estado. Porque hay montañas que la fe no puede mover sola. H