A Felipe González González nadie le ha preguntado su opinión sobre la ubicación de la nueva Romareda. No tiene voz en este debate, aunque en realidad tendría mucho que decir y más que perder. Sus razones son sólidas como paredes. El y su familia, su mujer Segunda Vergara y sus cuatro hijos (Eduardo, Sergio, Oscar y José), son seguramente los zaragozanos a los que más les afecta la resolución municipal. Ellos y su perro Neska, un huskie siberiano que no para de ladrar, son los únicos inquilinos fijos de La Romareda. Allí, justo al lado de las taquillas, viven desde hace 15 años y si se cumple el proyecto presentado por el nuevo equipo de gobierno, su hogar tiene los días contados. "Me he enterado por los periódicos y las radios del nuevo plan. A nosotros nadie se ha dirigido, pero supongo que todavía no habrá nada concreto. Hasta que no se aclaren las cosas no se puede decir nada", decía ayer Felipe, enfundado en su chándal y su camiseta del Zaragoza, su inseparable atuendo de trabajo. "Seguro que somos los últimos en enterarnos", lamentaba su mujer, Segunda, también empleada del club.

Felipe prefiere mantener la calma, vivir alejado de los despachos municipales y seguir realizando su cometido, como si no pasara nada. No para en casa. Ahora las obras de remodelación del estadio le tienen ocupado. Anda de un lugar a otro, subiendo y bajando escaleras, envuelto en polvo y ruido de taladradoras, echando un cable a los obreros que tienen patas arriba las gradas bajo las que se esconde su casa. "El ayuntamiento siempre nos pide que echemos un cable. Yo encantado. Cuando se monta algo, un concierto o algo, nosotros somos los jefes" , afirmó Felipe González.

Mil recuerdos

¿Se imaginan tener que recibir 30.000 visitas cada domingo? Una locura. Eso es lo que le toca a Felipe cada tarde de fútbol. El lo lleva bien y su familia también. Son molestias que se llevan con agrado, aunque, vivir cerca del césped, le gratifica con muchas alegrías. "Lo malo es que tenemos que estar atentos las 24 horas, eso y la soledad, pero a mi me gusta mucho mi trabajo y vivir aquí. Siempre he estado agradecido al Zaragoza", dijo Felipe. No todo son alegrías. "Cuando el equipo descendió nos apedrearon la casa. Pero es la única anécdota mala que tenemos. Hay otras buenas, como poder ver a Metallica sin sacar entrada", recordó Eduardo, el hijo pequeño de 15 años, que nació en la propia Romareda. "Pero a ninguno de mis cuatro hijos les gusta el fútbol", añadió la madre.

Las anécdotas les agarran a esta casa de dos pisos, forrada de fotos familiares y recuerdos zaragocistas. Las paredes están empapadas por los gritos de gol, por el aliento de la grada, por la gloria del zaragocismo. Les costará abandonarla si finalmente la derriban para hacer un campo moderno. "Pero si nos hacen otra, que sea grande", bromea Segunda. "En el proyecto de Valdespartera sí nos dijeron que habría un lugar reservado para nosotros. Ahora no sabemos nada. Quizá ya no necesiten ningún conserje fijo, pongan un servicio de vigilancia externo. No obstante, yo seguiré trabajando en el Zaragoza", comentó Felipe González.

Le quedan unos 15 años para la jubilación y ha sido previsor. Se han comprado una casa por si las moscas, marcándole un gol al destino. "Si derriban la casa no nos quedaremos en la calle", descubrió con una sonrisa de tranquilidad.