Terminó revuelta la sesión de anteayer del pleno de las Cortes, con mociones para prohibir pactos con la ultraderecha y en favor de la unidad de España, precedidas de intercambios de insultos y exabruptos entre los partidos mayoritarios, sobre todo. Si alguien esperaba que Javier Lambán actuase ayer como bombero, de los del fuego, saldría decepcionado. Fue más bien bombero por artificiero, desplegando en pocos minutos un abanico de lindezas hacia la bancada popular, y su líder Beamonte en particular, desde parásito a fascista, esta última con circunloquio musical. Solo le acusó de cantar el cara al sol.

La dureza del discurso de Lambán hacia Beamonte sorprendió no tanto por inusual sino por inmotivada. Cierto es que el pleno de anteayer acabó como acabó, e incluyó una reprobación forjada por el PP y apuntalada por Podemos (con la colaboración de Ciudadanos, PAR y la abstención de IU). Pero la pregunta que le había planteado el líder popular no tenía mucho veneno, y se alejó de la grandilocuencia de las recientes manchas de sangre y golpismo de los presupuestos del Estado.

Beamonte le recordó las últimas manifestaciones contra el abandono en Teruel y la respuesta del presidente sobre la falta de motivación de la manifestación, que a su juicio denotaba «desprecio». Más tarde, a la pregunta de Patricia Luquín, de IU, Lambán aclararía que sus declaraciones no fueron de desprecio sino de sorpresa; pero a Beamonte optó por recordarle que en esa protesta él fue «el paradigma de la falta de respeto a los turolenses», al irse a la manifestación de Colón donde estuvo «vociferando con la extrema derecha contra las autonomías y el autogobierno».

En rápida sucesión le espetó que allí estuvieron «a punto de cantar el cara al sol», para luego apuntar que, como «lacayo sumiso» de Pablo Casado, lo hizo. Y tildó a los del PP de «parásitos, garrapatas políticas» que se apropian «de los logros de los demás», poniendo como ejemplo el aeropuerto de Teruel, del que afirmó que ahora lo alaban cuando primero lo llamaban «chatarrería». Afeó que proyectos vitales para la provincia estuvieran «cuatro años en el cajón» con el PP-PAR.

Los improperios tuvieron su efecto en el sector popular, que estalló en gritos, motivando que el consejero de Presidencia, Vicente Guillén, les mandase callar «de una puta vez», y la presidenta Violeta Barba hiciese lo propio pero con educación.

Más tarde y más calmado, Lambán recordó que el acta de inicio de obras del hospital de Teruel se firmará el lunes. Lo hizo durante su defensa de los logros del Gobierno en Sanidad y Servicios Sociales, ante las acusaciones de «retroceso» de Patricia Luquin. Destacó la reducción del 62% de las liastas de espera, la ampliación de la edad de jubilación de los médicos o las instalaciones, entre otros logros, y garantizó que los hospitales turolenses estarán listos en plazo.

Lambán tuvo un agradecimiento a la «estabilidad política» que ha propiciado el apoyo de Podemos e IU a los presupuestos hasta este año, cuando se les ha puesto «el gatillo fácil por las elecciones». Fue al destacar que el Ejecutivo autonómico ha cumplido su programa de objetivos «al 88%» por el momento, ante la pregunta de la portavoz de Ciudadanos, Susana Gaspar, sobre los incumplimientos.

Cuando respondió a Maru Díaz de Podemos, por contra, no estuvo tan cariñoso. Fue más bien irónico al recomendarle «precaución» al tratar temas de vivienda, porque «la gente se acuerda del chalet de Galapagar de Pablo Iglesias». Se mostró partidario de reforzar el derecho a la vivienda digna en la Constitución, pero advirtió de que eso requerirá una financiación adecuada.