Eran las 10.13 horas de ayer cuando los primeros cascotes del pabellón de Filología caían al suelo. Ese momento, elegido casualmente para el día de San Valentín, ponía fin a una eterna y complicada relación entre la Universidad de Zaragoza y el Gobierno de Aragón que ha tenido de todo menos amor. Tras muchos años de disputas, de reivindicaciones, de caídas de falsos techos, de protectores de luz, de goteras, de inundaciones, de calefacciones estropeadas y de ascensores averiados, el día de ayer marcó un antes y un después en un romance que ahora da paso al idilio deseado desde siempre.

La nostalgia queda ahora anclada en alumnos, profesores y personal de la facultad que, al abrigo de esas paredes, han forjado infinidad de historias durante 77 años. Algunos, probablemente, conocerían en Filosofía a las que ahora son sus parejas y con las que han formado una vida. O incluso han tenido hijos. El inicio de las obras el 14 de febrero cierra un capítulo con un punto de romanticismo en la facultad por excelencia de las Humanidades más puras.

El derribo de Filología también es el adiós a un pabellón donde infinidad de alumnos han sudado para aprobar sus exámenes, sacar adelante sus carreras y, en definitiva, forjarse un futuro. Abierto hasta la madrugada, no solo estudiantes de Filosofía han pasado por él, sino que sus amplias mesas han acogido a estudiantes de todos los grados y enseñanzas. En sus escaleras se han intercambiado apuntes, reflexiones y teléfonos. Se han preparado infinidad de reválidas, de Selectividades, de PAUs (Pruebas de Acceso a la Universidad) y de Evaluación para el Acceso a la Universidad (Evau).

UN FUTURO BAR EN GEOGRAFÍA

En Filosofía las paredes ya están desnudas. No presentan el tradicional forraje con armarios de madera. Ya no cuelgan cuadros ni murales. Tampoco numerosas escaleras son transitables. Y las clases, lugar de encuentro social y académico, transmiten frialdad rodeadas de material de obra, polvo y agujeros.

Sí que continúa ubicado, en el hall de la facultad, el mural de Ángel Grávalos. Pero este será retirado, restaurado y colocado de nuevo en la futura facultad. El objetivo es unir pasado y presente en un edificio que nada tendrá que ver con el antiguo, pero que mantendrá su estructura externa al ser de interés arquitectónico. También se va a recuperar el antiguo bar de la zona de Geografía, en desuso desde hace años, pero que se rehabilitará para que sea un espacio de encuentro social.

Empieza un nuevo baile. Filosofía y Letras ya no será la misma facultad de siempre, de antaño, aunque en el recuerdo siempre quedará el último paseo en un San Valentín para la historia.