Quien mejor lo llevaba tenía una especie de sonrisa congelada y circunstancial que era muy difícil de evidenciar y que no resultaba convincente. Quien lo llevaba peor se apoyaba en alguna mesa o en alguna silla y dejaba caer los hombros como si sobre ellos estuviera todo el peso de la derrota. La sede electoral del PP de Zaragoza estaba lejos de la algarabía de hace cuatro años, estaba justo en el otro extremo, en el lado de la decepción y el gesto sobrio.

Luisa Fernanda Rudi esperó sólo hasta que Mariano Rajoy hizo pública su valoración de los resultados. Después, compareció ella: parecidos argumentos, parecida expresión circunstancial, una sonrisa mucho más presente, pero igual de triste, y las mismas pocas ganas de hablar más de lo necesario.

Gustavo Alcalde y José Atarés flanquearon a la diputada, la arroparon para hacer del duro acto una cosa de equipo, de partido. Un piso más abajo, militantes y simpatizantes masticaban unos resultados que nadie había sido capaz de anticipar. Ni de imaginar. Los menos optimistas en el PP habían hablado de perder la mayoría absoluta. Pero ganar.

Sobrevoló una y otra sala la sensación de que los graves y trágicos atentados terroristas de Madrid han distorsionado la realidad electoral. No había muchas ganas de hablar del tema. El dolor por esta masacre terrorista era mayor que cualquier otro.

Cuando Rudi bajó al salón donde la esperaban simpatizantes, militantes, cargos del partido, interventores y apoderados lo hizo con calma, pero con decisión. Alguien se arrancó a aplaudir antes de que ella entrara, para arroparla en el abrazo del reconocimiento. Se sumaron los demás. "¡Luisa, Luisa, Luisa!", sonaba con contenido entusiasmo el apoyo a la perdedora.

Cuando la diputada electa quiso felicitar al socialista José Luis Rodríguez Zapatero, la sala inició un abucheo. Ella lo cortó. Su discurso fue tan corto como el que había hecho ante los medios de comunicación. Pero después se quedó con su gente, recibiendo su calor.