La cultura y el patrimonio, tan poco respetados normalmente por los poderes públicos, son sin embargo la mejor herramienta de refuerzo del sentir identitario y su utilización política una inmejorable arma de consolidación de las tesis nacionalistas. Eso le ocurre a las 44 piezas del monasterio de Sijena que hace ayer un año fueron devueltas por orden judicial al cenobio procedentes del museo de Lérida y se convirtieron en objeto ayer de la defensa del Estado de derecho y la Justicia, por parte de Javier Lambán, y símbolo del procés independentista defendido por Quim Torra.

Con motivo del aniversario del regreso de los bienes a Aragón en cumplimiento de la medida cautelar de una sentencia, el Gobierno de Aragón celebró en la sala Capitular del monasterio que aún espera la vuelta de las pinturas murales arrancadas en agosto de 1936 arrancadas por milicias procedentes de Cataluña, un consejo de Gobierno extraordinario. La reunión se convirtió en una escenificación de unidad y una declaración pública contra el independentismo y un reproche de Lambán contra ese personaje «estrafalario y fascistoide» que a su juicio es Quim Torra.

Por contra, en el Museo de Lérida se celebró un acto de recuerdo de esa «fatídica» jornada que «nunca debió ocurrir». Bajo el paraguas de una malentendida protección del arte y la unidad museística, la conmemoración se convirtió en un alegato contra la «represión de un Estado autoritario» contra la «dignidad de un pueblo pacífico y democrático» que tiene «presos políticos» que ven peligrar su vida al estar en huelga de hambre y que es continuamente agredido por la violencia del Estado.

La construcción del relato, que hoy en día es mucho más importante que el de las ideas, se hizo a partir de un libro efectuado por la directora de comunicación del museo, Marga del Campo, que describió la irrupción de la “policía armada y con chalecos antibalas” dibujando un panorama desolador, volviendo a insinuar la incapacidad del Gobierno de Aragón y los expertos de arte de Aragón para preservar las piezas artísticas procedentes del museo y describiendo las 14 horas de operación como si se hubiera tratado de un secuestro amparado legítimamete por la Justicia y el Gobierno.

JORNADA PARA OLVIDAR

Una jornada para olvidar y que empleó como arma arrojadiza unas piezas de arte que son, para Lambán, un «símbolo del Estado de Derecho». Para Torra, «la lucha digna contra el expolio del arte» es una lucha «por la libertad» de esa Cataluña de millones de personas que anhelan «una república al servicio de sus ciudadanos».

Horas antes del alud de victimismo, Lambán realizó un ataque preventivo, intuyendo la ceremonia que por la tarde se iba a celebrar en Lérida. No escatimó críticas a las «falacias» del independentismo catalán, que no a Cataluña que es «un pueblo hermano». Un independentismo cuya «vesania y locura» solo se derrota con «política, Justicia y cultura». En este sentido, Lambán consideró que el retorno de los bienes fue el triunfo del Estado de derecho, un Estado que lleva «décadas haciendo dejación de funciones» en Cataluña, por lo que apeló a que asuma «en Cataluña las competencias que tiene en el resto del Estado». Aunque eso se interpretó como una velada alusión a la aplicación del artículo 155, el presidente aragonés aseguró que no se refería a eso, sino a que se aplicaran las competencias, especialmente en Educación, del mismo modo que se aplican en otras partes.

En respuesta a las críticas del nacionalismo sobre el regreso de los bienes, Lambán indicó que el «único expolio» que se produjo fue en Aragón, un expolio,añadió, que la Generalitat «mantiene» al no devolver las pinturas murales de la Sala Capitular del monasterio. Precisamente, la consejera catalana de Cultura, Laura Borrás, manifestó en Lérida que nunca firmaría el retorno de esas obras a Aragón. La negativa de Borrás mereció el aplauso público de un Torra que negó la legitimidad de Aragón para pedir las obras, algo que también hizo el director del museo de Lérida, Josep Giralt amparándose en «las normativas museísticas nacionales e internacionales» y deslegitimando una sentencia judicial «hecha por un juez suplente con una sentencia provisional y que permitió el uso de la fuerza si era necesario» . Nunca antes unas obras de arte fueron utilizadas de forma tan maniquea.