El pequeño comercio se está desangrando en Aragón a marchas forzadas. Los negocios cuyos ingresos provienen fundamentalmente de las tiendas físicas se encuentran en una encrucijada de difícil salida debido a los cambios en los hábitos de consumo y, fundamentalmente, al auge de las ventas por internet. El sector ha perdido 499 comerciantes autónomos en el último año, lo que supone una caída del 2,3%, al pasar de los 21.402 profesionales que tenía en julio del 2018 a los 20.903 del pasado mes, según datos de la Seguridad Social. La hemorragia de esta actividad en la última década -desde marzo del 2008- asciende a un recorte de 4.694 efectivos. Y todo apunta a que el desplome va a continuar.

Basta con observar la estampa que presentan algunas de las calles de compras más importantes de Zaragoza para hacerse una idea de la magnitud del problema, sobre todo en los barrios más tradicionales. Abundan los locales vacíos y los carteles de se alquila, incluso en localizaciones privilegiadas. En algunos casos, la rotación de negocios es constante debido a la elevada mortalidad que registran las tiendas más nuevas, a las que les cuesta encontrar su nicho en un mercado cada vez más dominado por grandes plataformas digitales como Amazon o Aliexpress, que acaparan un porcentaje creciente de las compras.

Otras negocios son víctimas de modas de consumo, como los establecimientos de cigarrillos electrónicos o de compraventa de oro, cuyo éxito suele ser pasajero. El boom ahora son los salones de manicura o los establecimientos de accesorios para el móvil.

La crítica situación que vive el comercio minorista —también conocido como retail— es fruto de la concatenación de varias crisis. La primera fue consecuencia directa de la recesión económica que vivió España tras el fin de la Expo, que provocó una fuerte contracción del consumo. Entre los años 2009 y 2015 desaparecieron 1.600 comercios en la capital aragonesa, un ajuste que redundó en la pérdida de 6.000 empleos (autónomos y asalariados). Las tiendas de proximidad redujeron su espacio en 250.000 metros cuadrados de venta.

Las 100 calles comerciales más importantes de la ciudad llegaron a tener 2.000 locales vacíos, una cifra que apenas se ha revertido, según los estudios que llevan a cabo periódicamente el ayuntamiento y la patronal del comercio Ecos. Aunque el trance fue generalizado, afectó de manera más severa a los barrios de Delicias, San José y Las Fuentes.

Tampoco se salvaron de la quema algunas grandes superficies, debido también a la competencia de Puerto Venecia, lo que ha dejado huérfanos algunas centros comerciales como Plaza Imperial, cuya viabilidad está en entredicho, o Augusta, donde apenas quedan tiendas abiertas en la galería que da acceso al hipermercado Carrefour.

A pesar de la recuperación de la economía y el incremento del consumo, el comercio de proximidad ha seguido sin levantar cabeza en los últimos años por las nuevas tendencias de compra. «Una parte importante del consumo se está yendo al comercio electrónico», asegura Vicente Gracia, secretario general de Ecos Zaragoza.

ADAPTARSE A LOS CAMBIOS

Paralelamente, apunta, se ha reducido la afluencia a las tienda físicas, a las que acuden cada vez más consumidores que antes se han informado por internet sobre los que van a comprar y dónde hacerlo. La digitalización del sector por tanto un reto del que nadie se libra. «El comercio de proximidad se tiene que adaptar a los cambios, que se están produciendo muy rápidamente. Estamos obligados a adaptarse a las nuevas circunstancias, que es lo que ha hecho el comercio toda la vida», recalca.

Ante este panorama, Ecos está tratando de actuar con una estrategia doble. Por un lado, poner en valor la tienda física, en cuestiones como la experiencia de compra y la prestación de servicios. Y por otra parte, ayudar a los profesionales del sector a dar el salto a la digitalización. «Internet es una amenaza pero puede suponer una gran oportunidad y hay múltiples casos de éxito de pequeñas tiendas que así lo demuestran», explica Gracia.

Al margen del impacto del comercio electrónico, desde Ecos lamentan que existe en estos momentos un «ambiente hostil» para los pequeños empresarios del comercio debido a un cúmulo de problemas, como son el encarecimiento de los costes de consumo (energía, telecomunicaciones...), el incremento de las cotizaciones sociales de las contrataciones, una «mayor presión fiscal que otras comunidades vecinas», recargo de equivalencia en el IVA en autónomos (pagan más que las grandes superficies) o la competencia desleal con la venta ilegal en la calle (top manta). «O las administraciones toman cartas en el asunto o esto sector irá desapareciendo», sentencia Gracia.

POCO MARGEN DE MANIOBRA

«Con las grandes superficies y los gigantes de la venta por internet, el pequeño comercio tiene poco margen de maniobra. La competencia es atroz», remarca Álvaro Bajén, presidente de la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA) de Aragón. «Tras la crisis, los tipos actuales de comercios tienen poco valor añadido», lamenta, al tiempo que hace hincapié en la falta de relevo generacional que se da con frecuencia. Este declive, advierte, está poniendo «en riesgo el tejido económico de los barrios de Zaragoza», donde la proliferación de locales vacíos «genera focos de marginación». Por todo ello, Bajén considera imprescindible una modernización del comercio tradicional, pero cree que va a ser «muy difícil si no se aplican las políticas concretas».

En este sentido, apuesta por que las tiendas físicas vendan sus productos en internet pero a través de «plataformas descentralizadas», como ocurre con Frescos Zaragoza, donde los propios detallistas controlan la aplicación sin que tengan que ceder su clientela a terceros.

También reclama al Gobierno que propicie las jubilaciones parciales de los comerciantes autónomos con un sistema similar al del contrato relevo para favorecer la sucesión empresarial de los negocios.

La crisis del comercio minorista está siendo especialmente grave en el medio rural, donde el ocaso de esta actividad está siendo más acelerado si cabe. «Este sector es vital para luchar contra la despoblación. Es estratégico para la comunidad autónoma», destaca. La ley aragonesa del Trabajo Autónomo, que ha entrado en vigor recientemente, contempla medidas para paliar este desplome y el acuerdo cuatripartito firmado para la formación del nuevo Gobierno automático recoge el compromiso de dotar presupuestariamente dicha norma para ayudar al retail local.

Desde la federación nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), su vicepresidenta, Celia Ferrero, reclama un «rescate del comercio tradicional para ayudar a que se transforme», lo que pasaría por impulsar servicios de apoyo para ayudar a su digitalización y reconversión y planes para incentivar el relevo generacional.