El número 20 de la calle Jerónimo Zurita de Zaragoza, junto a la Plaza de los Sitios, esconde bajo la calzada un enclave muy particular. Se trata de un búnker antiaéreo de la Guerra Civil, construido en 1937, y que da nombre al Bunkerbar, el establecimiento que ha sabido aprovecharlo como comedor y convertirlo en su seña de identidad.

El concepto, explica Carolina, su dueña, era recrear una selva en la que quienes fueran al restaurante se encontraran un búnker oculto. Así lo pensó el decorador, inspirándose en una estampa típica de los bosques alemanes tras las guerras mundiales. Hasta hace tres años, cuando abrió el bar, los anteriores propietarios, también bares y restaurantes y hasta una imprenta, lo habían utilizado como almacén

38

Así es el Bunkerbar de Zaragoza

“Quisimos darle otro enfoque y convertirlo en un comedor para eventos privados o para utilizarlo si el de la planta de arriba se llenaba. Es una forma de sacarle más partido”, cuenta Carolina. También, para ellos es otra manera “de generar más ingresos porque a la gente le encanta”. "Lo reservamos todo el tiempo", asegura.

Este búnker es solo una parte de toda la estructura antiaérea escondida bajo esta céntrica manzana de Zaragoza. Un muro de ladrillos separa el comedor subterráneo del Bunkerbar del resto. Al otro lado de la pared, continúa en el siguiente edificio. No todo es el decorado. El Bunkerbar se caracteriza por su carta de arroces y carnes. En la carta, el pulpo es otro de sus emblemas gastronómicos. Así lo aseguran desde el restaurante, que también ofrece cócteles y copas.

Demostración de platos en el Bunkerbar Jaime Galindo

Su particular refugio

Si el búnker fue refugio contra los bombardeos, el bar que ahora lo transforma significa para sus dueños un espacio “para que disfrute la gente” frente a la pandemia, que ha azotado con fuerza al sector de la hostelería.

“Hemos sufrido lo que todo el mundo, además de los erte y todo el tema de las restricciones de horarios pero la gente se ha mantenido. Hemos seguido al pie del cañón dando el servicio y los clientes han sido valientes por no quedarse en su casa.”, recuerda su propietaria, que reconoce también “que ha sido una suerte poder seguir abiertos”, ya que muchos establecimientos han tenido que bajar la persiana