La Loca Academia de Dibujo ha concedido, no sé si por unanimidad, su premio de Navidad a la carpeta de Ricardo Bofill senior, quien, con ayuda de Cruyff, senior, y el estro de su reconocida inspiración, ha dibujado un campo de fútbol donde, incluso, se podrá jugar al fútbol (pero nada más).

La Loca Academia ya quiso galardonar al mismo alumno por su trabajo sobre la Estación Intermodal, pero al final, sin que se sepa muy bien la causa, las deliberaciones del jurado dieron ganadores a Ferrater y Valero. El alunado horóscopo de las sesiones de votación enuncia una de las características fundacionales de La Loca Academia, fuente perpetua de improvisación, y quién sabe, de genio. Bofill, sin Cruyff, había dibujado una estación como un barco varado en el solar de Delicias, toda ella transparencia y cristal, mediterránea, ibicenca, fenicia en sus muchas pesetas. Ferrater le arrebató la matrícula de fin de curso, pero ahora Bofill, con Cruyff, se ha sacado la espina.

Algunos miembros de la Academia preferían otros proyectos, pero una vez más se hizo bueno el pronóstico, y los favoritos cayeron eliminados a la primera de cambio. Bofill había presentado sin demasiada fe un catamarán varado en los acampos del sur, un campo-olla-a presión , muy inglés, cubierto con plastiqué y hundido en las arenas movedizas de Valdespartera. Sin foso, para que el espectador en general, y el ultra en particular, tenga más a tiro al árbitro y al banquillo, y con una galería de tiendas para que los habitantes de las futuras "casas de pobres" tengan la posibilidad de ir de compras o al multicine, en igualdad de oportunidades con los ricos propietarios de los rascacielos que se levantarán sobre La Romareda. La mayor genialidad del proyecto de Bofill descansa en un truco yo creo que inspirado en los mayas: su orientación del pasto hará coincidir el rayo solar con la portería del contrario; así, cegado el cancerbero contrario, nuestra delantera podrá golearlo a placer. También deben ser estratégicas las troneras libres para la entrada del cierzo, cuyos remolinos, lejos de deslucir nuestro actual juego, confundirán al rival, beneficiando nuestro airoso estilo.

Para construir el campo de Bofill hay que dinamitar el viejo estadio y elevar sobre sus escombros las Torres Quió , pero ni ese pequeño trámite ni los necesarios permisos del Gobierno de Aragón parece vayan a conturbar las previsiones de la Loca Academia. Hay algo hermoso, misionero, caritativo, en ese trasvase de intereses y ladrillos al deshabitado y reseco sur. Desde los bosques de Sherwood, el alma de Robin Hood podría haberse encarnado en los nada proscritos profesores de la Loca Academia.

Con los millones de euros que obtendrán de los rascacielos, nuestros paladines dignificarán el pelotazo de Valdespartera, su adosado arrabal, construirán el estadio-olla, sus hamburgueserías, el rocódromo, un waterpolo y un Auditorio,también de plastiqué, adaptable para los conciertos de Bustamante o el show de Kournikova. Invertir en Valdespartera será mejor que entramparse en el piso 42 de las Torres Quió , con vistas al inflacionado cielo de la crisis que viene.

*Escritor y periodista