Tomo la palabra. No la pido, sino que la tomo, porque es mi derecho y mi obligación ética, tomarla y desobedecer. Desobedecer y descreer las mentiras de los que inventan boicots para esconder ineptitud, desobedecer y descreer a los que justifican y promueven matanzas para ganar el favor del amo y cambiarlo por petróleo, y desobedecer y descreer a los que sobreponen su ruín interés electoral a los intereses de la gente y de la tierra. Uno de los tesoros de las democracias es el grado de desarrollo de su sociedad civil, ciudadanos y ciudadanas agrupados en torno a ideas y proyectos concretos y que hacen que una democracia sea real. Los movimientos vecinal, sindical, verde, de mujeres, de estudiantes o de profesionales. Los gestos y los actos cotidianos son más importantes de lo que se piensa porque, sumados, dan forma a una poderosa fuerza que cambia las cosas, que genera buenas intenciones, que impulsa el debate y la diversidad, que asegura la participación y que resulta imparable. En los últimos tiempos estamos aprendiendo algunas cosas más sobre esto y Aragón cuenta, por fortuna, con una rica y activa sociedad civil que deberá seguir creciendo. Tomemos la calle, la paz y la palabra. Y desobedezcamos.

*Periodista