Un aciago día se me ocurrió escribir sobre el Real Zaragoza (Sociedad Anónima) y alguien que me tiene por entrañable amigo no se recató en decirme que "zapatero a tus zapatos" porque de fútbol profesional, la verdad, es que soy primerizo. Sin embargo, cabezón que soy (menudo goleador en mis jóvenes años con equipos jacetanos y ya mayor defensa central en las juventudes de Filosofía y Letras), reincido en mis errores. Más allá de no entender eso del deporte como negocio, pienso que la Sociedad Anónima Real Zaragoza está dañando la sensibilidad de todos aquellos amantes del pelotón que, además, sienten como propios los colores blanquiazules. Y de todo ha habido, desde jugadores pusilánimes hasta directores deportivos que ya se ve para qué sirven, pasando por presidentes incompetentes. Es muy cómodo achacar errores y derrotas a los entrenadores (algunos estarán acordándose de Chechu Rojo o del incombustible Costa), o a unos jugadores que dan lo poco que pueden, vendidos al mejor postor quienes descollaban. Muchos, empero, comienzan a cuestionar a la madre de todas las derrotas, es decir, al patrón ¿o mejor piloto? de la cosa. Cuando el negocio se impone al deporte, todo puede suceder, hasta que se piense en un nuevo estadio para que se jueguen partidos de tercera a cargo del común, es decir, de los dineros que todos los ciudadanos pagamos (plusvalías y recalificaciones mediante). Solans, ¿cuándo venderá y deja tranquilos a forofos y simples aficionados? En la calle y en los bares hablan de usted maravillas.

*Profesor de Universidad