Hace pocos días el Observatorio de Biogenética de Barcelona declaró la viabilidad de elegir selectivamente el sexo de las personas, eso sí, previo pago de los servicios prestados. Esto ha sido otra vuelta de rosca en la manipulación genética que, bajo el señuelo del avance tecnológico, a mi me hace temblar. No es que la sociedad haya perdido el rumbo, es más, está haciendo aguas reventando los depósitos del verdadero saber. Con sigilosa indiferencia, nos convertimos en siervos de la corrupción, del conformismo acomodaticio de quienes tergiversan utilitariamente nuestra razón de ser, nuestra idiosincrasia. El decaimiento social existente traspasa la frontera de lo que tiene y debe ser, y mientras tanto parte de la clase política aplaude el presente con sus ábidas y lucrativas expectativas y la otra asiente con compromisos precarios de difícil consecución. En fin, estamos ante un falso equilibrio ideológico caracterizado por la progresiva cosificación del género humano que, malinterpretando la libertad, evoca un abanico tan amplio de derechos como amplia puede ser la imaginación del hombre. Y ahora pregunto, ¿no se anhela la responsabilidad serena y ponderada de aquellos que pueden cambiar el orden del mundo? La respuesta está en nuestro interior. Vicente Franco Gil. (Zaragoza) C