De Quincey nos señaló el peligro de resbalar por la senda de la degradación moral, de modo que un caballero puede empezar por cometer un simple asesinato y terminar de la peor manera: perdiendo las buenas formas y dejando de asistir a los oficios dominicales.

Nada ilustra mejor lo atinado de este aviso que la actitud del Gobierno que preside el esposo de Ana Botella. Empezaron por algo tan inocente como patrocinar una tormenta de misiles sobre una población indefensa, una conmoción, un pavor, y han terminado hechos unos mentirosillos de tomo y lomo.

Hay que verlos en la tele, tan frescos. Por ejemplo, Arenas ya tenía experiencia pero hace falta cuajo para llamar a Zapatero "jefe de la coalición radical de izquierdas" y no troncharte de risa. Y esa señora que parece siempre tan asustada diciendo que había bajado la gasolina. Yo me lo creí, y fui a llenar el depósito, si seré crédulo.

O Acebes, al que no se le mueve un músculo cuando asegura que no ha visto las imágenes en las que un policía apalea a una chica por protestar. O a Trillo --¿le habrá dado permiso su confesor para hacer esas cosas?-- afirmando que lo de los B-52 es igualito, igualito que lo que hacemos para el Desfile de la Victoria --¿o ya no se llama así?--. O al jefe, que es que no para.

Claro que, si no le hacen ni puñetero caso al Papa --tan de misa y comunión ellos-- cuando les recuerda el Quinto Mandamiento, a ver por qué se van a poner estrechos con el Octavo. Eso también es verdad.

*Periodista