Bien sea por iniciativa municipal, provincial, autonómica e incluso privada, Aragón dispone de una serie de museos y de centros de interpretación que empieza a ser amplia y variada. Es cierto que la mayoría no dispone de apenas presupuesto para su correcto funcionamiento, ni reúne las condiciones técnicas más adecuadas, ni tiene el personal especializado al frente, y que en muchos casos se abren verdaderamente de milagro. Tampoco faltan los casos en los que la DGA en lugar de facilitar las cosas y apoyar la apertura de estos centros supone un obstáculo a su existencia al imponer unas normas burocráticas muy desfasadas. Una buena red de museos es uno de los principales síntomas de la salud cultural de un pueblo, y aquí, aunque disponemos de muchos y más que se van a abrir de inmediato como el de las culturas semitas en Ejea o el de los templarios en Monzón, se echa en falta una adecuada coordinación. Por el momento bastaría con un folleto, una entrada específica en la página web de la comunidad y una marca de identidad común. Además, una red de museos supondría disponer del embrión de una futura red de centros de investigación y de difusión cultural, algo que en otro tiempo estuvo a punto de conseguirse a través del nunca concretado Instituto Aragonés de Cultura, pero cuyo ambicioso proyecto no se ha sabido rescatar. Y es que se trata de proteger, conservar, restaurar, estudiar y exponer para disfrute de todos nuestro patrimonio histórico y cultural. Es nuestra obligación y nuestro derecho, ni más ni menos.

*Profesor de universidad y escritor.