Que Zaragoza y su entorno crecen es evidente, sobre todo si contemplan las construcciones que brotan por valles, muelas y laderas yesosas. Nuevas urbanizaciones aparecen cual hongos, de la noche al día, sin que el Gobierno de Aragón, tan preocupado él por lo que pase en la Zaragoza futura, se inmute lo más mínimo. La Muela, Cuarte, Cadrete o Villamayor son ejemplos palmarios de ese crecimiento incontrolado que supera la capacidad de previsión de los despistados gestores del territorio aragonés (¿dónde estarán metidos, por cierto?). Ocurre como en los años sesenta del siglo XX, cuando las ciudades españolas soportaron el desarrollismo franquista que se llevó por delante barrios históricos y edificios monumentales para construir bloques inhumanos que enriquecieron a media docena de especuladores inmobiliarios. Pese a las buenas intenciones que anunciaron en su día, ni la coalición PSOE-PAR en el Gobierno de Aragón ni la del PSOE y la CHA en el Ayuntamiento de Zaragoza han hecho algo por acabar con esta desenfrenada carrera hacia el despropósito. Ejemplos como el de la Romareda, el de los terrenos para la Expo-2008 o el del entorno de la estación de Delicias son los más citados, pero se olvida con frecuencia que se siguen destruyendo centenares de hectáreas de huerta tradicional para construir adosados a "diez minutos de Zaragoza". Y luego pretenden convencer a los sufridos habitantes de la abandonada montaña que es imprescindible recrecer el pantano de Yesa para hacer nuevos regadíos y más industrias. En fin.

*Profesor de universidad y escritor.