En la maraña de interpretaciones interesadas que sigue a las reuniones hispanofrancesas, dos cosas sí que parecen estar bien claras. La primera es que Sarkozy va a intentar sacar el tráfico pesado de las carreteras para moverlo sobre autopistas y líneas férreas convencionales. La segunda es que se muestra más dispuesto a estudiar seriamente la opción Vignemale. El túnel de baja cota va a ser, con todo, un proyecto muy complejo y difícil de sacar adelante. Para ello será preciso involucrar a la UE y movilizar a los gobiernos de Francia y España a lo largo de mucho tiempo, gobierne quien gobierne. Pero los procedimientos administrativos y la propia envergadura de la obra nos sitúan sobre un horizonte a largo plazo. Mientras, lo más pragmático sería olvidarse de lanzar autovías sobre la alta montaña sin continuidad. En cambio, el Canfranc, en su versión de transbordador de camiones, podría tener buenas posibilidades: su reapertura encaja por vez primera en la política francesa. No perdamos la esperanza.