La novela negra lo es con indiferencia a su geografía y firma, pero con la insoslayable condición de mostrarnos la fatalidad, sumergirnos en la corrupción, en el mal, o conmovernos con un anónimo heroísmo. Flores blancas, fango, cuatrocientos golpes, besos perdidos...

Éstos --la tragedia, la piedad, un cierto y muy mediterráneo costumbrismo-- y otros destacados factores literarios concurren en buena medida en El maestro de Belén. Una novela --la primera-- del galés Matt Beynon Rees, hasta ahora más conocido por sus crónicas sobre Oriente Próximo, como periodista de raza, especializado en el conflicto palestino--israelí.

En El maestro de Belén, se nos invita, con un profundo conocimiento de causa, y con un lenguaje estilísticamente cuidado, a conocer más de cerca cómo se vive hoy en una ciudad mitificada por la Biblia, e indisolublemente ligada a la iconografía cristiana. Quiénes la habitan; cuáles son las relaciones entre cristianos y musulmanes, entre judíos y árabes; qué opinan unos y otros de las respectivas posiciones políticas de sus líderes; cómo contemplan los ataques sionistas o la proliferación de bandas armadas en nombre de supuestas revoluciones panarabistas; cómo responden a la amenaza y a la agresión.

Para protagonizar la trama, Beynon Rees confía el papel preponderante a un maestro árabe, Omar Yusef. Se trata, en principio, de un hombre bueno, culto, imparcial. Casi bíblico --como la propia ciudad de Belén--, por su equidad y sentido de la justicia.

Su vida cotidiana será, sin embargo, interrumpida por un extraño asesinato, y por el encarcelamiento, en calidad de acusado, de uno de sus discípulos cristianos, George Saba, por cuya inocencia su viejo maestro será capaz de poner la mano en el fuego.

A partir de ahí, de la decisión de Omar Yusef de arriesgar su prestigio, incluso su propia vida, para, en la medida de sus fuerzas, y de sus recién estrenados poderes deductivos, contribuir a esclarecer los hechos, la novela irá profundizando en el sistema policial, en las bandas armadas, en la indefensión de muchos ciudadanos atrapados entre espirales de una violencia elíptica, bíblica (también), contraria, que una y otra vez, como locos tornados, colisionarán entre sí, destrozando cuanto se vayan topando.

De pronto, la muerte se hará presente, se instalará. Omar Yusef pensaba que sólo los muertos podían protegerle de la muerte. "Cuando uno puede contemplar una losa y decirse a sí mismo: Este trozo de piedra gris es lo que impide que el polvo de la persona a la que amo salga volando y se me meta en los dobladillos de los pantalones, y ese polvo es todo lo que queda de ella, entonces realmente se puede vivir hasta que uno, también, se muere". (Hasta aquí, lo que Omar Yusef pensaba de la muerte. "Pero el asesinato --reflexionará ahora-- es diferente").

Una novela intensa --bien traducida por Carlos Gómez--, que llega a conmovernos por sus planteamientos morales y por una más que humana exposición del sufrimiento que siguen soportando las antiguas ciudades de Israel.

Y una primera novela protagonizada por el detective palestino Omar Yusef, a quien le esperan futuros e intrigantes episodios.

Escritor y periodista