Las necesidades de protocolo que exige la Expo han sido la razón principal para suprimir por unos meses el rastro que se levanta junto a la plaza de toros o, por ser más exactos, en el entorno de la sede del Gobierno de Aragón. Es de lógica, porque no se concibe que en una zona donde las entradas y salidas deben ser milimetradas por razones de seguridad puedan campar a su aire vendedores y compradores sin ningún control. Flaco servicio se hace la ciudadanía en general --por mucha contestación popular que exista-- si no es capaz de rentabilizar los esfuerzos económicos, técnicos y personales que garantizan la seguridad del ejecutivo.