Tienen razón los militantes y mercenarios del optimismo oficial: soy hombre de poca fe, cenizo, retrógado y atrasao (además de estar a sueldo de los catalanes). Pero es que mis limitadas entendederas me juegan malas pasadas. Por ejemplo, ayer no hubo manera de que entendiese cómo es posible que después de tanto discursear sobre la sostenibilidad, el efecto invernadero y la clonación del bucardo ahora mismo se haya aprobado por parte del Gobierno de Aragón la instalación de una central térmica en Mequinenza que emitirá anualmente cuatrocientas mil toneladas anuales de anhídrido carbónico. O sea, justo cuando regiones y estados (civilizados, quiero decir) intentan por todos los medios bajar puestos en el ránking de la contaminación ambiental, aquí nos vamos hacia arriba como una flecha. ¡A lo mejor era esto lo que Boné fue a contarles a los reunidos en Compenhague!

Admitida mi cortedad, lo que sí les ruego es que no me hablen ni de los puestos de trabajo que creará la construcción y gestión de la susodicha térmica ni de las necesidades energéticas de este país. Para empezar, Aragón produce bastante más energía de la que consume (y está en condiciones de ampliar sus plataformas de renovables). Para seguir, hemos de convenir que hay puestos de trabajo... y puestos de trabajo. Existen por ahí pueblos tan desdichados que se han inscrito en el concurso para conseguir el almacén de desechos radioactivos, pero eso, la verdad, no deja de ser patético.

Tampoco me vale lo de las comarcas aragonesas que necesitan algún aliciente (mina a cielo abierto, cementera, térmica, vertedero de purines o similares) para salir del abandono y la miseria. Eso es una jautada, como lo es el aserto (convertido hoy en dogma) de que para lograr que te hagan determinadas infraestructuras básicas es preciso organizar además una expo, una olimpiada o una carrera de Fórmula 1. ¡Eso es lo que quieren los del BIE, el COI, la FIA... y las grandes constructoras!

Las cuatrocientas mil toneladas más de que les hablo contarán en el futuro, cuando el control de las emisiones sea cada vez más estricto. Y al final lastrará nuestro desarrollo. Ya nos vale.