Si la convivencia es fundamental para la marcha de una sociedad compleja y en libertad, mucho más trascendental es su estímulo en condiciones como las que se dan en las cárceles. En ello está el penal de Zuera, con la implantación de módulos de educación y respeto en los que ya participan 400 de los 1.600 internos, pero que en pocos meses alcanzará a la mitad de los mismos. El sistema exige un contrato de conducta que incluye el compromiso de participación en la organización del módulo, así como en tareas de limpieza y talleres, además de evitar cualquier violencia y comportarse de forma educada. Es decir, practicar formas de convivencia que facilitan su estancia en prisión y le posicionan con hábitos de disciplina y habilidades sociales ante su excarcelación. Una iniciativa que en apenas un año se está afianzando con éxito.