Hoy se cumplen 24 años desde que la banda terrorista ETA destruyó el cuartel de la Guardia Civil sito en la avenida Cataluña 78 de Zaragoza, causando once víctimas mortales. Mañana, 12 de diciembre de 2011, se inaugura una exposición (Centro Cívico Esquinas del Psiquiátrico, Vía Universitas) sobre víctimas del terrorismo y, por ello, puede ser una buena ocasión para hablar de ETA y del dolor que nos ha causado.

En ese cuartel que acabo de citar está mi infancia y parte de mi juventud. Ese mismo año, unos meses antes, en otro atentado en Zaragoza, en las proximidades de San Juan de los Panetes, falleció el comandante Manuel Rivera Sánchez que era, en aquellas fechas, mi jefe más inmediato en la Academia General Militar. Además he vivido de cerca atentados en San Sebastián, en Madrid, y en Vitoria, conviviendo con el dolor de los familiares de las víctimas, a los que, antes que nada, quiero mandar mi saludo más cariñoso desde estas líneas. Casos como el mío, que no hemos sufrido directamente ningún atentado pero que conocemos de cerca el horror, hay muchos en España y debemos unir todas nuestras voces para que nuestro mensaje llegue alto y claro, agradeciendo a todos los guardias civiles y policías su esfuerzo, con el que han conseguido evitar otros muchos atentados y, también, a quienes desde cualesquiera otras profesiones también han colaborado a ese fin.

El pasado día 20 de octubre la banda terrorista ETA hizo público un comunicado en el que afirmó que ponía fin a su actividad asesina. No hablan de su disolución, nada dicen de la entrega de las armas, pero el anuncio es muy importante: a partir de ese momento muchos miles de personas pueden pasear y dormir más tranquilos, algunos hasta recuperarán el sueño.

Pero ese día terminó y llegó el 21, el día después, y desde ese momento tenemos que ponernos a trabajar, y muy duro, con un único objetivo: que no nos roben el discurso.

ETA no ha dejado de matar por voluntad propia. No tenían apenas activistas preparados, prácticamente todos están detenidos o procesados o encarcelados, y eso lo ha logrado España, lo ha logrado el Estado de Derecho, todos los demócratas de buena fe que llevamos muchos años poniendo nuestro humilde granito de arena para llegar a este momento, con un especialísimo protagonismo de los policías y guardias civiles que han hecho todo lo posible por reducir al mínimo los efectos de la acción terrorista, y las víctimas, principales destinatarios de este escrito, los grandes perdedores, los difuntos, los heridos, sus seres queridos, quienes tienen que lograr, con la ayuda de todos, que no nos roben el discurso.

ETA no ha dejado de matar por la mal llamada conferencia de paz. Por mucho respeto que les tengamos a algunos de los participantes, y varios de ellos se lo merecen, no les podemos conceder el más mínimo mérito en este fin. No ha sido una conferencia de paz, de ninguna manera. No ha habido conferencia ya que para ello es preciso que se conferencie, que se hable, que se intercambien opiniones y puntos de vista diferentes, incluso que se llegue a transaccionar, a pactar, a ceder los unos y los otros en los aspectos más controvertidos, y eso no ha sucedido, nadie ha convencido a nadie de nada, todo estaba escrito de antemano y no se ha modificado ni una coma del texto que se tenía preparado antes del inicio de las reuniones. Y no ha sido conferencia de paz, en segundo lugar, porque aquí nadie puede hablar de paz, y no puede hacerlo porque la paz, una de las palabras más hermosas de nuestra lengua, es el final de la guerra y aquí no ha habido guerra alguna. La guerra supone la existencia de dos bandos enfrentados luchando con armas, bagajes y procedimientos similares, lo que, en ningún caso, ha sucedido en este mal llamado conflicto. Aquí ha habido un bando, el etarra, que ha matado, que ha provocado muertes y destrucción, y otro, el de las víctimas, que con una dignidad ejemplar ha soportado los atentados. La sociedad española, en su conjunto, y las víctimas y sus allegados, en particular, han dado una lección de honorabilidad, de decencia, de respeto a la ley y al Estado de derecho, todo lo contrario de lo que han hecho los asesinos y sus cómplices.

Y ahora llega el día después. Con el guión previamente escrito y la colaboración generosamente pagada, supongo, a los mal llamados mediadores, ETA ha dicho que deja de matar. Una gran noticia, sin duda, siempre es mejor que quien ha estado asesinando durante más de cincuenta años diga ahora que deja de hacerlo. Bien, muy bien, pero nada más. Ahora hay que gestionar el día después, ahora todos tenemos que luchar con las mismas armas, las de la palabra, las del poder de convicción de cada cual, y ahí tenemos nosotros, el bando de las víctimas, que ser beligerantes, combativos, para lograr el objetivo: que no nos roben el discurso.

ETA no ha ganado. El Estado de derecho no les ha dado ni les debe dar nada que no sea la aplicación de la ley, en toda su extensión, por supuesto con la habilidad suficiente como para que la convivencia en el País Vasco, y en el resto de España, sea mejor de lo que era antes del 20 de octubre. Nadie debe ser excarcelado si no se cumplen todos los requisitos legales. Nadie debe ser exculpado antes de su procesamiento, si tiene delitos por los que pagar. Nadie debe aceptar que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad estatales abandonen completamente el País Vasco.

A todos los ciudadanos de bien que lean este artículo les pido que entre todos no nos dejemos robar el discurso.

Delegado del Gobierno en Aragón