En el último encuentro del Zaragoza en La Romareda, el director general, Jesús García Pitarch, (al que le quedan breves vista la operación de venta) ejerció de su peculiar estilo al dejarse ver en el descanso por la grada norte, donde están los aficionados más críticos. Al acabar el partido, muchos de estos esperaban fuera a la directiva. El resto de ejecutivos esperó a que despejara. Pitarch, no. Salió e intercambió palabras, hasta que la Policía medió.