Puede que a usted no le haya afectado de forma especial la crisis. Puede que haya conservado su trabajo. Que goce de una salud razonable, que viva en un entorno confortable. Error: puede que crea que no le ha afectado la crisis, pero yo lo aseguro que sí. Por ejemplo, en algo tan banal como la atención que recibe por los servicios que contrata. Pongamos como ejemplo los bancarios. Hace muy poco tiempo, acudías a tu entidad, o a tu caja de ahorros (qué tiempos, ¿eh?) y podías tener dos o tres personas por delante en la fila. Como mucho. Si tu persona de confianza en la entidad estaba ocupada, esperabas un tiempo razonable y tenías la seguridad de que quien estaba delante de ti en la mesa te conocía y conocía tus finanzas. Te aconsejaba, te quitaba una comisión, en fin, lo de toda la vida. ¿Y ahora? Ahora tú eres el mismo (recuerda que mantienes tu saldo, que eres solvente, que la crisis ha pasado sin rozarte) pero tu entidad no. Ahora hay menos oficinas, están masificadas, no conoces al personal y, encima, el poco que queda está estresado. Además, te cobran comisiones hasta por respirar, y si quieres cualquier ventaja (antes era facilísimo) ahora prácticamente tienes que entregar a tu primogénito en prenda. Cualquier gestión, y encima exclusivamente en horario de mañana (eso es pensar en el usuario), cuesta más de quince minutos de cola, seguro. Y yo, francamente, no entiendo estas prácticas. No sé desde cuándo maltratar a tu cliente es una política inteligente. Estoy convencida de que el día que venga a España un banco con abundante personal, que te atienda bien, que no te mande de una patada al cajero después de guardar cola, se va a llevar a los clientes de calle. Yo lo aviso, por si alguien me escucha. Periodista