Ha costado resistirse al hallazgo de los restos de Miguel de Cervantes. Poco ha importado que los análisis arqueológicos y forenses no hayan permitido confirmar si los fragmentos de los huesos hallados en la cripta del Convento de las Trinitarias de Madrid corresponden al autor de El Quijote. Ni siquiera que en el mismo osario se hayan encontrado restos de 16 personas diferentes, seis de las cuales podrían ser --por época, sexo y edad-- Cervantes, lo que supone que al menos cinco serían apócrifos, si no todos. Ni siquiera que el enterramiento sea un siglo y pico posterior a la muerte del escritor, debido al traslado de los restos por la reconstrucción de la iglesia en el mismo lugar que estaba la primitiva. Así, a falta de pruebas, los políticos y periodistas, más que los propios científicos, se han aferrado a la inscripción en el osario de las letras M.C., escritas con bastantes posterioridad a la muerte de Cervantes, lo que aumenta la incertidumbre aunque se refirieran a las iniciales del escritor. Así, de la prudente afirmación de Francisco Etxeberria, forense y director de la excavación: "Es posible considerar que entre los restos hallados se encuentren fragmentos de Cervantes", se pasó a la confirmación por diversos medios de comunicación, el ministro de Educación, José Ignacio Wert y de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, como si de tanto repetirlo, en lugar de mermar su credibilidad, pudieran cambiar la realidad. Pero que más se puede esperar de unos dirigentes que, a unos meses de las elecciones municipales y generales, se disponen a rescatar unos restos que llevan 399 años, en lugar de esperar un año más y conmemorar así el IV centenario de la muerte de Cervantes.