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Sentido común

Samuel Barraguer

Aconfesionalidad bendecida

En una situación ideal, un país que en su Constitución se dice aconfesional reduciría la identificación religiosa de sus instituciones al ámbito personal de quienes las dirigen. Es decir, a cero. Pero está visto que no resulta tan sencillo. Que se lo pregunten a los concejales del Ayuntamiento de Zaragoza, que han sufrido un desgaste muy gratuito dirimiendo qué ediles y a qué actos pueden acudir en su condición de tales. Según el CIS, el 71% de los españoles se declara creyente de alguna religión y, de entre ellos, casi todos se adscriben a la católica. Aunque la cifra mengua, se trata obviamente de un porcentaje muy significativo, que quizá explique las reticencias en muchos foros públicos a separar las cosas. Recuérdese el crucifijo que presidía hasta esta legislatura los plenos municipales. O que el propio consistorio organiza una fiesta que se celebra en honor de la Virgen del Pilar, y que en venerarla con flores ocupan su tiempo y su dinero 350.000 personas cada 12 de octubre. Puede que en esto pensara la plantilla del CAI Zaragoza, cuando esta semana y como cada inicio de temporada protagonizaba una nueva ofrenda a la patrona de la capital. Está por demostrar el influjo que la Virgen ejerce sobre los resultados deportivos de este y de los otros equipos que hacen lo mismo. O, por volver a la arena pública, sobre las acciones de nuestros representantes. Pero además de que el tema no resulta fácil, algo tendrán la política y la vida cuando, como con el agua, se pone tanto empeño en bendecirlas. Periodista

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