Es bien sabido que los referendums los carga el diablo, como muy a pesar suyo le ocurrió a todo un general De Gaulle hace más de 50 años. Ahora David Cameron ha sido el aprendiz de brujo que ha visto como su ingenio se le ha vuelto en contra y ha causado grandes y graves estropicios dentro y fuera del Reino Unido. Dentro, lo ha dividido de varios modos. Geográficamente, porque el mapa resultante rompe de forma neta lo que define el Reino Unido, con Escocia, Irlanda del Norte, parte de Gales y un minúsculo Gibraltar a favor de permanecer en la Unión Europea, mientras que el resultado en Inglaterra es mayoritariamente partidario de la salida. Socialmente, divide a la población de una forma también clara entre la de más edad, alimentada emocionalmente con sueños nostálgicos, y los jóvenes, que ahora ven hipotecado por la decisión de sus mayores su futuro ligado a Europa.

Los daños en Europa son de muchos tipos. Algunos, en el terreno monetario y financiero, ya se han empezado a vislumbrar, pero otros, los más profundos, tardarán en aparecer, pero lo harán. El más grave sin duda es el de haber roto el consenso sobre la Unión. La posibilidad del contagio no es solo un temor. En Francia, Holanda y otros países ya se han oído voces que quieren seguir el camino de los británicos. Todo ello debilita más si cabe a una Unión inmersa en otras graves crisis, la económica y la de los refugiados.

Estamos ante un punto de inflexión que, pese a las circunstancias negativas --o a causa de ellas--, debe ser aprovechado para volver a encarrilar a la UE, acabar con el déficit democrático y profundizar en la integración. Las primeras consecuencias en nuestro entorno del referéndum británico fueron ayer la caída de un 12,3% del Ibex y el aumento de la prima de riesgo. En el plano político es una incógnita cómo puede afectar este tsunami a las elecciones de mañana, pero no debería tener mucha influencia porque el discurso contrario al espíritu europeo no ha calado hasta ahora en la sociedad española. Por el momento, Cameron pasará a la historia como el político que se jugó el futuro de su país en un referéndum y lo perdió. Que se haya jugado además el futuro de Europa dependerá ahora de la capacidad de los líderes europeos de recuperar el verdadero sentido de la UE, una unión hecha con largueza de miras para todos los ciudadanos y no solo para unas élites.