Las reacciones en Madrid al acuerdo entre los socialistas vascos y el PNV para formar un Gobierno de coalición en Euskadi son, en esencia, de dos tipos. Están quienes creen que los socialistas han traicionado todos los principios al abrir un diálogo con el partido de Urkullu sobre el derecho a decidir y defender que el País Vasco es una nación y quienes creen que la decisión del PSE es un mal menor porque ha evitado el pacto entre PNV y la izquierda aberzale representada por Bildu. Muy pocos, en cambio, han señalado lo que tiene de bueno para el socialismo hispano esta alianza en un momento en el que el viejo partido del puño y la rosa no está precisamente para tirar cohetes. El acercamiento del PSE al polo nacionalista tiene la virtud de que coloca a los socialistas en el epicentro del debate territorial más importante que ha vivido el país desde la Constitución de 1978. Si el PSOE puede resultar de alguna utilidad para las nuevas generaciones es porque puede aportar un freno a los excesos del liberalismo, algo difícil dada la postración de la socialdemocracía como ideología; puede servir soluciones humanitarias valientes ante las grandes crisis migratorias de nuestro tiempo, y ya en el plano español, puede hacer de bisagra con las fuerzas centrífugas catalanas y vascas. Al contrario, si se impone un PSOE unitario, con idéntica visión del Estado que el PP, sin dejar margen para el diálogo con los nacionalistas, entonces habrá que concluir que, por desgracia, el PSOE habrá dejado de ser útil. Recuérdenlo hoy, después del pacto entre Íñigo Urkullu e Idoia Mendia.

*Periodista