Siete goles en contra acumula el Zaragoza en los últimos cuatro encuentros aunque tamaña cifra la han endosado solo tres rivales. Sevilla Atlético y Rayo le hicieron dos y el Huesca, imponente líder, ha sido el único capaz de perforar en tres ocasiones el marco zaragocista. Apenas media docena de equipos han encajado más tantos que un Zaragoza con severas dificultades para retener una renta favorable y que continúa preso de demasiados errores individuales mayúsculos. Pero también los hay de concepto. Se diría que Natxo está fracasando en el principal cometido que se le impuso desde el club. El Zaragoza debía ser una escuadra fiable, un equipo sólido. Orden, disciplina y rigor. Señas de identidad en los equipos de Natxo y e ingredientes básicos para cocinar cualquier aspiración. La que sea. Natxo parecía el idóneo para dotar al Zaragoza de lo que nunca ha tenido desde que habita en el infierno. Y eso sedujo a Lalo, que ideó un equipo solvente a partir de una obligada fortaleza en retaguardia.

Cuando Natxo advirtió, allá por el verano, de que su Reus era un titán atrás porque arriba tenía más bien poco, dejó entrever que, aquí, la cosa no iba a ser tan sencilla. Pareció transmitir la necesidad de un trabajo más coral, de otro sistema y un modelo distinto para adaptarse a futbolistas diferentes. Así fue. Poco tiene que ver este Zaragoza con aquel Reus.

Pero Natxo no lo está consiguiendo. Han pasado ya catorce jornadas y el Zaragoza no muestra progresión alguna en una faceta clave. Más bien al contrario. No se trata de la defensa en sí, que también, sino del sistema defensivo. En este periodo, el entrenador ha cambiado de portero, de laterales y de centrales. Y en la mayoría de sus decisiones no hubo lesión de por medio. De hecho, el más titular ha venido siendo, precisamente, el que menos lo parecía en pretemporada: Verdasca. Todavía no hay un patrón. Tampoco en el resto de elementos que configuran el engranaje. Únicamente Zapater parece haberse adueñado de uno de los ejes. Pero el resto chirría. Su acompañante debería ser Eguaras, un buen futbolista que a uno se le antoja indispensable para crear, pero cuya falta de agresividad defensiva lastra en exceso su rendimiento. Quizá por ello Natxo se inventó a Guti, que ha llegado para quedarse. Por eso y porque tampoco otros como Ros tienen en la fiabilidad su mejor virtud. En los interiores, Febas y Toquero parecen dueños de la titularidad, lo mismo que Borja arriba. Una condición que parece haber perdido Buff, demasiado intermitente. Demasiado irregular. Sobre ellos se ha venido asentando un Zaragoza que defiende en 4-4-2 y que obliga a puntas e interiores a un gran despliegue y a continua basculación.

Pero el plan sigue sin funcionar. El Zaragoza encaja demasiado y no maneja ventajas. El Rayo lo dejó claro el sábado. En poco más de veinte minutos fue capaz de neutralizar dos goles ante un rival que volvió a defender muy atrás y se mostró, otra vez, demasiado inseguro. Solo cuando recibió el empate se soltó y pareció quitarse de encima ese miedo arroz que sintió hasta entonces. Curiosamente, el Zaragoza más solvente y fiable llegó cuando menos se le esperaba.

Reclamaba eficacia Natxo la víspera del duelo frente a los madrileños. Se refería al ataque, pero es más necesaria atrás, donde el Zaragoza sigue siendo poco creíble. Quizá la solución pase por un cambio de sistema o simplemente sea una cuestión de ajuste pero, a estas alturas, Natxo ya debería tenerlo claro.