Estoy leyendo un libro que habla del hombre objetivamente, que describe lo que hay a simple vista: lo que se da y se toma como un objeto. El autor se llama Yuval Noahi, aunque podría ser en principio cualquier científico que registre y utilice los datos para explicarlo todo sobre el hombre. No sé lo que piensa o si piensa, si sabe que lo dice y se comprende a sí mismo. Si comprende también a sus lectores, si los tiene en cuenta -quiero decir en el corazón, si se acuerda y los recuerda- o son para él meros lectores, clientes y como él, registradores. No es nada personal, lo dejo en la estantería como un objeto. El libro, digo. Que la persona del autor…..¿dónde está? El homo sapiens está en la higuera o en la selva y sobrevive....; la especie, naturalmente. Pero la persona, si es que existe como un autor, está en la historia y más que estar sin problemas existe como problema.

Explicar no es comprender, se comprende sabiendo que no se sabe y se pregunta porque se sabe. Que no se preguntaría si se ignorara todo o se conociera todo aquello por lo que se pregunta. Es saber en la vida y de la vida, saber viviendo y vivir sabiendo.... Es estar abierto, escuchar y escucharse, encontrarse con otros, es caminar... No siendo el camino lugar para quedarse, ni punto de vista fijo, ni alto que sobresalga o lo domine. La vida es una experiencia en curso, nunca un experimento de laboratorio que pueda repetirse. Y cada paso apenas un anticipo de lo que buscamos a trancas y barrancas en dicha peregrinación hasta llegar a casa donde la haya para todos y todas: «La Verdad, y ven conmigo a buscarla», que decía Machado. Se cierra el camino por atrás y se abre hacia delante: se va haciendo con un pie en tierra y otro en el aire. De ahí el peligro y en el peligro, también, la salvación. Eso creo, eso espero y eso siento, compañeros.

La vida es trascendencia y sentido consentido, presunción de lo que está por ver y por venir, más que retención del presente o del evento fastuoso que recreamos para consumir y consumirnos en las gestas y en los gestos. Pero ya que no hacemos historia -¡qué pena!- nos la tragamos y nos traga ese lamentable espectáculo.

Los historiadores relatan la historia, los políticos deberían hacerla. Los ciudadanos de a pie no menos. Que lo cortés no quita lo valiente, ni la humildad de peones el coraje a caminantes. Pero por desgracia tenemos los políticos que nos merecemos. Si nos comportamos como ovejas, ¿por qué nos extrañamos que cada ganado tenga como pastor a un carnicero? Los políticos profesionales también van a lo lo suyo. Las ovejas al pienso, y ellos -que tampoco piensan- al puesto que les lleva el instinto de supervivencia: su «bocación» (sic).

Es el pensamiento lo que nos da moral y coraje, lo que pone de pie y en camino a la dignidad humana, lo que nos abre y distingue como personas. Pero pensar, compañeros, es pensar en los demás y aún en todo. Es pensar con la cabeza y el corazón. No es calcular como los ordenadores, es más bien comprender como personas. No se comprende sin abrir los ojos y despejar la cabeza, que así solo se palpa lo que hay y se huele lo que se traga después. No se comprende sin abrir los oídos, por algo tenemos dos abiertos hacia delante. Y sobre todo no se comprende si no se escucha con el corazón. Que el amor no ciega, comprende. Y de la abundancia del corazón habla la boca. Reconozco que la filosofía no da de comer, pero a veces utiliza la boca para besar. Otras nos deja con la boca abierta. El asombro es su principio. Pero solo existe de verdad la sabiduría con el corazón abierto. Siendo el amor su perfección.

Dejé el artículo en este punto, hace dos días. Y cogí después el libro de la estantería para leerlo hasta el final. He de confesar mi reconciliación con el autor. Ahora comprendo y comparto con él lo que me faltaba saber. Confieso mi ignorancia y agradezco su información. Estoy de acuerdo. Y me pregunto preocupado: «¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables que no saben lo que quieren»? Es la misma pregunta con la que Yuval cierra su libro. Es lo que más da que pensar, y lo que menos se piensa en nuestro mundo según pensamos los dos si no me equivoco. ¿Nos abrimos? Es lo que para todos como para mí deseo al comenzar el año nuevo. Perdonen la frivolidad convencional. Sé que abrirse es un compromiso muy personal en cada situación. Y que un grano no hace granero, ni cambia el mundo un buen sermón. De todos modos, uno hace lo que puede y quiere. Y a mí no se me ocurre nada mejor que desearles a todos que se abran. Año nuevo, vida nueva. Mañana puede ser tarde.

*Filósofo