En el contexto de la última campaña, decía un dirigente que la actividad política se ha convertido en un lodazal. Pues sí, al menos si se entiende por actividad política lo que hacen los profesionales de la política, lo que es tremendamente simplificador. Pero es verdad que lo que dicen y hacen muchos políticos, los líderes que copan los medios de comunicación, constituye un catálogo de las bajezas de las que es capaz un ser humano, cuando en una democracia avanzada, defendida por ciudadanos cultos, debería ser todo lo contrario. La falta de convicciones profundas, lo que lleva a una capacidad insólita de ser una cosa y al día siguiente la contraria, la mentira mantenida sin consecuencias, la tontería cuando no la ocurrencia irresponsable cayendo en la estupidez, la falta de rigor intelectual, la reiteración de datos falsos, de argumentos construidos desde la convicción de que la ciudadanía es menor de edad y lo soporta todo… En fin, con todo esto los últimos procesos electorales son un auténtico muestrario de malas prácticas. Si además se añade la corrupción y sus efectos, pues sí, lo de lodazal está bien traído. Se esperaba mucho más de la generación que no sufrió la dictadura, que han tenido muchas más posibilidades educacionales. Y esto vale para los nuevos dirigentes y para la población general que lleva décadas disfrutando de la libertad. Queda mucho camino por recorrer para poder decir que la nuestra es una democracia avanzada. Los votantes deberíamos ser mucho más exigentes con los que elegimos de representantes. Que Gabilondo o Carmena no hayan conseguido mayoría es lamentable. Nos queda Sánchez. No nos falles. H *Profesor universidad