Esto de lo que hablo hoy está pasando en Madrid, pero podría pasar en cualquier lugar mañana. Me refiero a una de las primeras medidas que el nuevo alcalde ha anunciado: paralizar Madrid Central, una de las iniciativas estrellas de Manuela Carmena. Madrid Central implica una serie de restricciones severas para el acceso de los vehículos a la almendra central de la ciudad, todo para reducir los niveles de contaminación, que son brutales. Y yo no quiero hablar de tendencias políticas, sino de nuestro futuro. O, si me apuran, del futuro de nuestros hijos. La contaminación nos mata, y dado que no nos autorregulamos, tendrá que ser el poder político el que nos regule, les guste a los liberales a ultranza o no. Porque hay cosas en esta vida que afectan menos o nada a los ricos, pero el aire que respiramos es igual para todos. Además, la defensa del medio ambiente está empezando a convertirse en una ideología en sí misma, en un estilo de vida, que cada vez gana más adeptos.

Ser más ecológico, más limpio, menos contaminante, no será pronto ni de derechas ni de izquierdas, sino que será transversal. Por eso, la medida que el nuevo alcalde de Madrid quiere aprobar es antigua en sí misma, porque va contra la sensibilidad de la nueva sociedad. Si algo nos han enseñado estos días los políticos es que todo vale, ante la perplejidad de los votantes que ya no sabemos a dónde mirar. Pero no se equivoquen sobre el tamaño de nuestras tragaderas: entre las filas de los conservadores también hay muchos que son conscientes de que el planeta se ahoga. Así que, señores gobernantes, no hagan caso de demagogos ni de economistas de medio pelo y repitan para ustedes mismos: el medio ambiente no se toca.

*Periodista