A veces , todos los aragoneses y demás personas, hemos pasado por la Basílica del Pilar y hemos pensado pedir a la Virgen, cuando vamos a verla que se cumplan nuestros anhelados y mas íntimos deseos, por ejemplo: que nuestro hijo apruebe todo en septiembre, aunque no haya estudiado mucho…, (pero no nos acordamos de agradecer que cada día sea mas bueno y mas sabio) o, bien, que el divorcio de mi hija que se ha separado de su marido sea lo mas cordial posible… (por el bien de ella y de sus hijos), o que nos toque la lotería para Navidad, (y podamos pagar nuestras deudas o dar una cantidad considerable para causas próximas humanitarias como medida de solidaridad).

En fin, que todos vamos marcando nuestras defensas según nuestras circunstancias, cuando son adversas, preferentemente, suponemos que el puente ideal que debe existir entre el deseo y la realidad este ubicado en el sentido común (el menos común de todos los sentidos), y seamos capaces de discernir lo esencial de lo superfluo , el deseo de carencia con la verdadera necesidad.

La psicología transpersonal de las ultimas décadas sugiere ese principio de Nirvana, entre otros, donde en un continuo ejercicio progresivo de estados mas elevados de vida espiritual, la existencia humana adquiere en esa nada o minúsculo insignificante que somos, expresar ese vacío de nuestro ego como posibilidad que se abre a lo Real, igual a plenitud del sentido de nuestra vida .

El principio de realidad contrapesa al del placer, es decir, a la satisfacción de la inmediatez producida hoy en día. Existe una ola hedonista que cubre la generación mas joven y de mas edad. Ahora se dice: «culito que veo, culito que quiero». Ya! Ahora y aquí!. No hay contención posible, donde los problemas cotidianos no son una vía para buscar la mejor solución y todos podíamos estar mas tranquilos para convivir en paz y ser la mejor versión de nosotros mismos. Es posible, que quien no acepte las pequeñas frustraciones del día a día, se instaure en la queja y en la ira, se vaya haciendo mas agresivo, y ello, conlleve al final, a ser mas violento consigo mismo y con los demás, dejando de contribuir, quizás, a una sociedad futura mas cordial, democrática y humana. Transformando la frustración en algo constructivo, entiendo que sería digno de admiración y nos daría un ejemplo para ser mejores personas.

*Profesora emérita de la Universidad de Zaragoza