Las crisis modifican comportamientos, pero también estructuras. La urgencia en la toma de decisiones de los departamentos afectados crea un primer núcleo duro, y la continua exposición pública de sus responsables actúa como un proceso de selección natural, del que solo sobreviven los más fuertes.

Los análisis en los primeros meses de la coalición se hacían observando los dos grupos monolíticos que eran cada uno de los partidos y las dificultades de coordinación, especialmente sobre los distintos estilos de comunicación de ambas formaciones. Pero en esta ocasión, el virus que vino a cambiarlo todo, sí ha revoleado el Consejo de Ministros y lo ha convertido en una mezcla de personalidades políticas que se distinguen más por su gestión de la epidemia que por los pactos iniciales.

Los ministros Salvador Illa, Yolanda Díaz, Margarita Robles y Nadia Calviño se han hecho imprescindibles en el gobierno de Pedro Sánchez por su capacidad de negociación, de encaje de las críticas y su excelente rendimiento parlamentario, sobre todo, ante parte de una oposición que buscaba más el desgaste del ejecutivo que la rendición de cuentas. Han sido el ejemplo de la política consolidada, de la importancia del ejercicio de una profesión del que conocen las habilidades específicas, pero también el rigor de los conocimientos técnicos. Son sin duda, las fortalezas de este ejecutivo del que dependerá también el buen hacer en un futuro inmediato de tres ministros muy técnicos, Arancha González Laya, José Luis Escrivá y Pedro Duque.

La diplomacia internacional, ahora especialmente económica, las reformas de inclusión social y la investigación científica son ahora la plataforma de despegue para reflotar el país desde este periodo de espera, en que se debe combinar el control de la epidemia con una mirada a largo plazo. Todo lo que permitan las guerras partidistas que, tras las elecciones gallegas y vascas, parecen augurar un mayor periodo de paz política. Hay claramente un grupo de perdedores dentro del Ejecutivo después de esta crisis, ya sea porque sus desempeños competenciales han quedado residuales ante esta urgencia, igual que sus presupuestos o porque han naufragado en la elevadísima conflictividad política de estos meses. Entre la irrelevancia y la incorrección ha sido víctima una parte del Consejo de Ministros, objetivos en una futura remodelación, que se avanza para cuando llegue lo más crudo de la crisis económica. Mientras seguiremos esperando en este raro verano.