Acabamos de vivir unas elecciones de las que podemos destacar el nivel de participación por lo bajo que ha sido; en Euskadi fue del 52,86% y todos los partidos con representación han perdido en votos, a excepción de EH Bildu y Vox; en Galicia la participación quedó en el 58,88% y al igual que en Euskadi, el único partido que subió en votos fue el BNG. Es cierto que en estas la participación subió con respecto a las de 2016, casi 5 puntos porcentuales.

El análisis no está en los partidos que se presentaron y obtuvieron sus resultados, sino en la ciudadanía que participó, mejor dicho en la que no participó, pues los partidos ideológicamente independentistas o de extrema derecha consiguieron mayor número de votos que en la anterior convocatoria, y es aquí donde mi sorpresa se hace mayúscula.

Aquellos que proclaman la unidad de España, la Constitución como instrumento identitario de la ciudadanía, la negación del nacionalismo, independentismo y de los partidos de extrema ideología, cuando tienen la oportunidad con su voto de hacer realidad el peso de los partidos con los que se identifican, no van a votar.

En las elecciones generales de 2019, el índice de participación en Euskadi fue del 68,91%, 16 puntos porcentuales por encima de las autonómicas del pasado día 12, y EH Bildu obtuvo 25.000 votos menos en las generales; en Galicia, el índice de participación fue de 8 puntos porcentuales por encima de las autonómicas pasadas y el BNG obtuvo 120.000 votos menos en las generales.

No voy a insistir en cifras que creo que ya han dado una muestra del sentido de este artículo. No se puede decir que se es más patriota y que se quiere más a España y al mismo tiempo no ser ciudadano ejerciendo su mayor derecho democrático, que es decidir quién se desea que le represente. Para no desempeñar este acto les aseguro que no hay excusa posible, como la del miedo al covid-19, hemos estado saliendo sin casi límite a comprar, a pasear y a otras cuestiones menos confesables; tampoco es lícito escudarse en: estoy cansado de estos políticos, si es así, vota en blanco, ese es el mensaje de no quiero a ninguno.

También es cierto que la autoflagelación no nos debe conducir a la solución deseada, aquí todo el conjunto societario debe tener parte en ella. Veamos algunos ejemplos: los medios de comunicación deberían asumir que tienen como función la información y no tanto la opinión; como explicación a esto, en 1971 la información que sobre la guerra de Vietnam gestionaba el gobierno de los Estados Unidos era poca y mala; el New York Times y el Washington Post informaron a los ciudadanos sobre la verdad de esta guerra y el gobierno los demandó. El juicio, que tuvo lugar el 1 de julio de 1971, absolvió a los dos periódicos y Hugo Black, magistrado del Tribunal Supremo de EEUU, manifestó: «La prensa debe servir a los gobernados, no a los gobernantes».

La garantía de una sociedad libre y responsable es la educación, como ciudadanos tenemos la responsabilidad de inculcar el papel principal que las siguientes generaciones deberán asumir. Qué sepan ser y aceptar su función de ciudadanos, qué estudien y entiendan algo tan básico y necesario como la Constitución y la Declaración Universal de los Derechos Humanos es un gran avance, además de aportar un gran valor y capacidad de ser innovadores permanentes a modelos más avanzados y racionales de sociedad.

Qué duda cabe que los políticos deben ser un claro ejemplo para todos, sin olvidar que ellos son parte de todos nosotros y en la medida que nos mentalicemos en nuestra función ciudadana, también lo estaremos transmitiendo a ellos. Somos espejos unos de otros y debemos conseguir que las imágenes que recibamos nos produzcan la mayor satisfacción.

Entonces, seamos coherentes y hagamos que nuestra forma de vida responda a un pensamiento de compromiso general, seamos capaces de estudiar con total libertad cómo debe ser la sociedad en la que deseamos vivir, qué deseamos demandar de ella y qué estamos dispuestos a aportar para su mejor funcionamiento. Una vez hecho esto practiquemos la democracia ejerciendo nuestro derecho a elegir a los representantes que más coincidan con nuestra forma de pensar, lo contrario es dejadez, irresponsabilidad y egoísmo hacia el conjunto. No achaquemos a los partidos políticos lo que ellos no pueden hacer. Votar para elegir con libertad.