Los datos del desempleo en Aragón son malos. Malísimos. La situación económica es la otra curva que apenas le hemos estado prestando atención por la virulencia de la crisis sanitaria. Pero ya se prevé que será más vertical, crítica y sin mesetas a corto plazo. No hay planes de choque ni estímulos quirúrgicos para doblegar la crisis económica antes de que termine el año. Las previsiones de casi todos los organismos internacionales apuntan a una caída del PIB histórica Si el optimismo sanitario por la llegada de las vacunas, aunque a cuenta gotas, está haciendo remitir la pandemia, es el momento de trazar un plan de largo recorrido para solucionar lo económico. No simples parches. Los datos lo dicen todo: 87.000 aragoneses no tienen trabajo, y la mitad de ellos son parados de larga duración. Sólo en un año han sido 20.000 personas las que han sido despedidas. Esto es aún más sangrante en Huesca, donde el desempleo se ha disparado un 45% en 365 días. Ya son 16.000 personas en el paro o en la antesala de éste, en el erte. La pérdida de la temporada de invierno ha puesto en jaque los 1.300 empleos directos y los 200 millones anuales que genera el esquí. De confinamiento perimetral a confinamiento laboral. El Consejo Aragonés de Cámaras ya alerta de la depresión económica que vivirán los valles del Pirineo por la caída del empleo en un 70% en el sector servicios. Decía la consejera Marta Gastón que el único plan aprobado para paliar los efectos de la crisis, el conocido como Plan Remonta, no es la «panacea». Es evidente: en unas pocas semanas solo ha creado 100 empleos. Se aplaude con energía cuando grandes proyectos recalan en Aragón, desde Amazon a BonÀrea, pero no se debe olvidar la economía real que sustenta a la gran mayoría de la población. O que luego se engorde el debate de la despoblación con soluciones fantasiosas. Y mientras tanto por parte de Sánchez y de Lambán solo tenemos planes millonarios prometidos a bombo y platillo sin ni siquiera conocer la letra pequeña.