El próximo 4 de mayo se celebrarán elecciones en la Comunidad de Madrid. Dada la especial relevancia de esta comunidad vamos a vivir su campaña con tanta intensidad como si se tratase de unas elecciones generales. Me apuesto algo a que algunos lectores de este artículo no conocen el nombre de varios presidentes autonómicos, pero todos sabemos que Isabel Díaz Ayuso y Pablo Iglesias son candidatos en esas elecciones. No es de extrañar, por tanto, que en muchas conversaciones en estos días salgan a relucir estos nombres.

Me sorprendió escuchar a unos buenos amigos que Díaz Ayuso iba a sacar un buen resultado porque tenia carisma. A ese mismo factor atribuían el fracaso, a su juicio, de Ángel Gabilondo. Y también entendían la decisión de Pablo Iglesias de abandonar el gobierno de España para ser candidato a presidir esa comunidad. Discrepé de lo que me decían y me gustaría reflexionar sobre estas cosas.

Isabel Díaz Ayuso ha sido una mala presidenta de Madrid. Para decir esto me baso en datos contrastables: los resultados en esa comunidad de fallecidos y contagiados en la actual pandemia. Ha tomado decisiones contrarias a las recomendaciones de los expertos sanitarios. Todo eso es objetivo. Sí debo reconocerle que tiene carisma, es decir «capacidad de atraer a los demás, por su presencia, su palabra o su personalidad». Y a decir de las encuestas, mucha. Quienes manifiestan su intención de votarla al parecer no tienen en cuenta su nefasta gestión con la sanidad pública o sus evidentes afinidades con potentes empresarios como Florentino Pérez, solo ven en ella su carisma.

Ellos o nosotros

Esa forma de ser le permite lanzar un eslogan incendiario como el de «socialismo o libertad», al principio, y el de «comunismo o libertad» finalmente. Puro enfrentamiento, o ellos o nosotros, con reminiscencias guerracivilistas. Lo contrario de lo que debería hacer un buen político. A ella se le perdona todo porque tiene carisma.

Pablo Iglesias parece que también tiene carisma, y mucho. Tanto que cree que con su presencia en las listas de Unidas Podemos será suficiente para lograr un buen resultado para esa formación cuando las encuestas presagiaban lo contrario. Como ha estado el último año como vicepresidente del gobierno de España sería sensato pensar que su gestión debería ser valorada para apoyarle ahora electoralmente. ¿Alguien puede decirme una, solo una, acción de gobierno destacada debida a él? Al contrario, se ha dedicado a filtrar a la prensa las desavenencias con la parte socialista de ese gobierno y a airear en diferentes medios de comunicación esas diferencias. Nunca ha querido sumar, siempre restar, poniendo de relieve lo negativo. Ese es su bagaje de gestión, por el que deberíamos votarle (si viviésemos en la CA de Madrid), aunque las encuestas nos dicen que miles de personas lo van a hacer por su carisma. Es tanto que se ha permitido (oído en la SER el miércoles 31 de marzo) decir que la candidata de esa formación en las próximas elecciones generales será Yolanda Díaz, olvidando que en Unidas Podemos debería haber un proceso de primarias para tomar esa decisión.

Me dicen mis amigos que Ángel Gabilondo no tiene carisma. Es más, creen que en la dirección del PSOE han estado buscando otro candidato para poder enfrentarse a Díaz Ayuso y a Pablo Iglesias. Les digo, y repito ahora, que no me creo esa posible noticia. No la creo y no la quiero creer. Me parecería increíble que en los criterios de selección de un candidato de esa importancia solo se tuviesen en cuenta factores como el carisma. Fue un magnífico presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas, cargo al que llegó por ser previamente rector de la Universidad Autónoma de Madrid y, antes, catedrático en Filosofía, especialidad de Metafísica. Su prestigio en el mundo académico es enorme. Como ministro de Educación redactó un proyecto de ley que puso de acuerdo a todos los actores, no llegando a buen fin por una maniobra electoral de última hora del PP, que anteriormente lo había apoyado. Pero, según nos dicen, no tiene carisma.

Algo parecido ocurre con la candidata de Más Madrid, Mónica García. Una médica que ha estado en primera línea en la lucha contra la pandemia, sacando tiempo de donde no lo hay para compatibilizar su profesión con su dedicación actual, la política. Y que ha desaparecido de la primera línea de los focos mediáticos ante el empuje carismático de Pablo Iglesias, que compite con ella por el mismo segmento electoral.

Es evidente, por lo que llevo escrito, que a mí no me gusta el carisma. Allí donde esté un político serio, trabajador, preparado, capaz de elegir bien a sus colaboradores, que se quiten los chulos y echados p’alante. Más Merkel y menos Trump.