Víctor fue neorrural. Dejó atrás su Oliver para cumplir su sueño, ese de infancia de veranos de campamento, de adolescencia de monitor enamorado y pateadas con los colegas. Graus, Aínsa, Sabiñánigo y Jaca, de un lado a otro, siempre cerca de esas montañas, junto a su preciosa mujer y aumentando la familia con ladridos y lametones chatungueros. Trabajó en lo que pudo, de camarero muchas veces, hasta vendiendo semen para cerdos, de lo que salía, de lo que hay aquí. Mientras, se iba sacando los cursos como guía, trepando por la roca, mojándose en barrancos, subiendo por las crestas, chafando nieve con los crampones… se formaba como profesional para agarrar esa pasión, vivir pegado al monte dentro de las Fuerzas Armadas.

Por fin entró en el ejército, en la UME, en la Unidad Militar de Emergencias. Destinado en Jaca y luego vuelta a Zaragoza. Que si un incendio por aquí, que si una riada por allá, que una nevada, que si hay que evacuar un pueblo o participar en la búsqueda de un desaparecido. Como ese 30 de abril que con sus compañeros fue a encontrar a José María, a Bujaruelo, tan cerca de su Pineta. Ayer se cumplieron cinco años de ese día en la que Víctor salió temprano hacia la cabecera del río Ara.

Seguro que recuerdan la noticia. Qué pena. Militar fallecido en acto de servicio. Hasta visualizarán su rostro si afinan su memoria. O el asqueroso morbo irá rápido a rastrearlo tras esta lectura. Su foto apareció en los medios, sin pedir permiso a nadie y sin pensar en el respeto a su intimidad o el dolor de sus queridos. Hubo exequias oficiales, con solemne ministro cuadrado, telegrama Real, loas, premios y medallas. Un monolito a la entrada de Bujaruelo lo recuerda. Allí le rendirán homenaje sus compañeros de la UME, como siempre en cada aniversario, aquellos que siguen acudiendo a las tragedias ajenas, a cortar el avance del fuego, a sacarnos del embrollo de Filomena, a fumigar las residencias del virus, a cuidarte sin que te enteres... Quizá sólo en ese puñado de aplausos ya olvidados, como un reconocimiento que debería medirse en respeto social, técnico y salarial.

Los amigos, familia, la gente de Víctor no lo olvidan como hemos hecho tú y yo porque fue solo un rostro en el telediario, una mala noticia, una pena pasajera. Ellos lo recuerdan como ese neorrural que persiguió su sueño bajo su lema, ese Hakuna Matana, ese vive y deja vivir, vive y sé feliz. Así que mejor no vayas a googlear, quédate con esa esencia de aprovechar cada segundo, persiguiendo ese deseo hacia donde te lleve. Sea al Sobrarbe o donde sea. Porque te lo mereces. Víctor lo hizo y así lo haría.