La omisión es la conducta más frecuente, el delito más común y el pecado más extendido. Todos somos cómplices de esta afirmación. Las personas crecemos por omisión más que por afirmación. La adolescencia construye una personalidad, con cemento genético y ladrillos de ambiente, que se fortalece frente a los demás y no tanto con el resto. La socialización en esa etapa convulsa de la vida se nutre de omisión y oposición. Una fórmula de aprendizaje, propia de esa edad, tan válida como cualquier otra. Decía el argentino Ernesto Sábato, físico y escritor galardonado con el Premio Miguel de Cervantes: «Si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa». Presidió la Comisión sobre Desaparición de Personas en su país. El título del informe publicado tras dicha investigación popularizó el «Nunca más». La omisión tras la injusticia persigue el silencio para que alcance el olvido.

Infalible

En cambio, el perdón es incompatible con la omisión. Las religiones han convertido a la omisión en su pecado preferido. Es infalible. Uno puede ir al infierno por pecar de pensamiento, palabra, acción u omisión. No hay salida. Es el control absoluto de una persona. Me queda la duda de si la omisión de pensar correctamente es un pecado doble. Ahora, los silencios de la Iglesia católica tras los abusos sexuales de delincuentes con sotana deben ser sepulcrales más que pecaminosos.

La omisión también tiene su lado positivo. Si el poder, autoritario o no, exige colaboracionismo con la injusticia, la inhibición es un acto democrático de rebeldía. La omisión de la identidad, en ocasiones, es imprescindible para denunciar con libertad frente a la violencia. Los testigos contra la delincuencia organizada necesitan ser protegidos para evitar represalias. Los menores deben salvaguardar su identidad.

Y las mujeres que sufren violencia de género pueden denunciar sin exponerse a sus maltratadores. La omisión sigue muy presente en el ámbito laboral. Como una amenaza y una conducta. Hoy, que reivindicamos el Primero de Mayo, debemos recordar que las conquistas sociales se han conseguido frente a la amenaza, el inmovilismo y la omisión.

La avaricia de malos empresarios ha impuesto omisiones obreras a sus derechos. Gracias a los sindicatos seguimos avanzando. Ahora toca cumplir. Ha habido que proteger a trabajadores para que denuncien, anónimamente, abusos en la inspección de trabajo. Está pendiente en España la transposición de la directiva europea de protección al denunciante (whistleblowers). Tras esto, las empresas de más de 50 trabajadores deben implantar un canal de denuncias contra irregularidades internas.

Opiniones falsas

La realidad está llena de opiniones falsas que no son las que se emiten sino las que se omiten. Los bulos más peligrosos no son los que se difunden sino los que ocultan información cierta para que las personas construyan las mentiras que necesitan creer. Es más creíble una mentira propia que una verdad ajena.

El triunfo del poder no se basa en imponer el pensamiento único sino en conseguir la omisión de ideas propias. La militarización política uniforma personas, y votos, a través de la polarización ideológica. Así, solo se distinguen ejércitos y no opiniones. La derecha madrileña ha pervertido el noble chulapismo identitario de la capital en un soberanismo ideológico que ha copiado la estrategia del independentismo catalán. Si el enemigo de Cataluña es España, el de Madrid es Sánchez y la izquierda que le rodea. La táctica de 'Césaryuso' es defender la Roma del Sol frente a la civilización de la izquierda europea. Para enaltecer a sus seguidores, ha organizado mañana un festival de juegos en el que gladiadores diestros sacrificarán animales mitológicos, a sangre y acero.

A nuestra aprendiza de diosa le vendría bien que el martes le recuerden que es humana. En las manos del pueblo está participar y votar. Sería la mejor forma de reivindicar el orgullo cheli y rememorar que el levantamiento del dos de mayo lo protagonizó ese mismo pueblo. Nuestro Goya fue un whistleblower, un denunciante, de aquella realidad.

En Aragón, la anormalidad es demasiado normal. Vuelta a los confinamientos en Jaca y las Cinco Villas. El fin del estado de alarma, la próxima semana, convierte una meta final en volante. Y ya se sabe que las imprudencias al volante, se pagan. Menos mal que las pequeñas alegrías nos llenan de una vitalidad tan superficial como necesaria. Mañana vuelvo a La Romareda. No podía omitirlo. ¡Qué nervios! .